Madre hace un año cuando tu muerte, las palabras se me hicieron un nudo y no pude expresar mis sentimientos.
Hoy, desde este espacio quiero hacerte un pequeño homenaje por tanto que me diste y aportaste atodos los entornos donde te puso la vida para servir a la sociedad y a las personas más necesitadas
Recuerdo a diario todos los momentos de tu existencia y de nuestra vida juntas, tú esplendor y tú ocaso, tus luchas para sacar adelantes los múltiples proyectos en los que pusiste tu empeño y tu brillante inteligencia; tu permanente deseo en actualizarte en todos los temas, tu actitud siempre alegre y positiva, tu confianza en Dios y en las personas.
Fuiste una mujer quien, a pesar de las dificultades inherentes a la época de principio del siglo XX donde empezó tu periplo por la vida, saliste siempre victoriosa para poderte formar en la docencia de altos estándares de calidad, participar con éxito en la vida pública, dejado un montón de proyectos del Concejo y ordenanzas que hoy en día siguen vigentes en la normatividad de nuestra ciudad y nuestro departamento, y luego aportar toda esta experiencia en la dirección de Cajanal, en el voluntariado y en otras instituciones donde también dejaste impreso su carácter y su liderazgo.
¡Fue la tuya una vida prolija, llena de tantos logros que no alcanzaría toda una página para enumerarlos!
Tu huella en la educación fue indeleble. En la sociedad de Pereira dejaste un legado y en nuestra querida Manizales entregaste en la Normal de Señoritas, un baluarte de la educación en Caldas. De estas épocas dan testimonio tus alumnas quienes nunca te olvidaron y estuvieron presentes con nosotros hasta los últimos tiempos no importando para ellas que ya no te acordaras.
No puedo dejar a un lado tu vida de madre y esposa, de hija y hermana; combinabas a la perfección tus múltiples actividades: en el magisterio, en la política, cuando ésta era un ejercicio noble y honesto, en la universidad como estudiante, cuando sacaste adelante tu carrera profesional, en la gerencia de instituciones, en el voluntariado, en la gerencia de tus propias empresas; con la vida en el hogar al lado de mi papá con quien formaste un maravilloso hogar y quien era tu amor, tutor, compañero y amigo. Me guiaste siempre por el sendero del bien, del conocimiento del amor a Dios, con tesón, sin desfallecer.
Todas tus alumnas, la familia que siempre fue incondicional, tantas personas en las que dejaste profunda huella, mi prima Luz María quien fue tú apoyo y mi apoyo durante tantas y tantas horas, las empleadas y enfermeras que con amor y dedicación te acompañaron en tus últimos y difíciles años y yo, la más, añoramos tu hermosa presencia.
Tu larga enfermedad me permitió acercarme al ser humano frágil ya despojado de sus brillos, pero conservando toda tu belleza interior y exterior, fueron unos años dedicados a ayudarte y atenderte y a comprender la dimensión de tu existencia y el profundo sentido de la muerte.
Hoy desde la soledad en que me dejaste, por fin puedo escribir estas palabras que te debía.
Gracias madre en nombre mío, de Álvaro, de mis hijos, de tus alumnas en quienes dejaste profunda huella, de todas las personas a quienes en tu honesto y juicioso paso por la actividad pública ayudaste de una u otra forma, por tu ejemplo de vida, tu templanza, tus enseñanzas, tu amor.
Desde el hermoso lugar donde sabemos que estás, paz eterna y recompensa por tu noble vida y por tu largo sufrimiento.
Tu hija, Claudia del Pilar Estrada Salazar
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