Mi querida e inolvidable Anita: Es fácil vislumbrar la sonrisa de Dios recibiéndote de los brazos de la Santísima Virgen, nuestra amada Madre. Con profundo dolor, pero con la certeza de que ahora también tu sonríes en los brazos de ella, queremos despedirte como bien lo mereces, con palabras de fe, gratitud, admiración y mucho amor.
Hoy abrimos las puertas de nuestros corazones para decirle a esa mujer buena y maravillosa que nos dio el privilegio de su compañía y nos alimentó con su amor y consejos, ¡Dios te pague Mona, por habernos acompañado durante tu existencia!
En estos momentos, no puedo menos que evocar el calor desinteresado de tu amor, la suavizante voz que nos arrulló desde niñas, la manera como nos cuidaste y protegiste con un corazón de madre. Fuiste una segunda mamá para nosotras, hallamos tu mano como guía en los momentos de alegría y tristeza. Sembraste en la tierra grandes cosas y recogerás multiplicado en la gloria. Solloza, pero llena de esperanza te recordaremos como una estrella que brilla en la eternidad. Te damos gracias, padre celestial, porque tuvimos la presencia de Anita en nuestras vidas. Dale Señor el descanso eterno y brille para ella la luz perpetua.
Sus exequias se efectuaron el 11 de febrero a las 4:00 p.m. en el templo Nuestra Señora de los Dolores.
María Teresa Gómez Arango
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015