La homilía de la misa de exequias de monseñor Luis Horacio Gómez González estuvo a cargo del nuncio apostólico monseñor Ettore Balestrero. Aquí apartes de esta sentida despedida.
“Queridos hermanos y hermanas:
Nos hemos congregado en la Catedral donde, hace poco menos de un año y medio, Cristo consagró como obispo a monseñor Luis Horacio Gómez González.
Nuestros sentimientos hoy son muy diversos. Si en la fe podemos afirmar que el Señor ha llevado a cumplimiento la obra que inició entonces, ninguno esperaba este epílogo, pero la fe nos dice que es parte del designio de Dios.
El lema episcopal elegido por monseñor Luis Horacio fue ¡hágase tu voluntad!. Él estaba seguro que solo los planes de Dios podían hacer fecundo su ministerio episcopal y el Señor ya conocía cómo habría realizado tal fecundidad y cómo lo habría hecho ejemplar para su clero y para sus fieles y hermanos en el Episcopado.
… Monseñor Luis Horacio me dejó la impresión de una persona de fe sincera, profundamente recta y simple, disponible y resuelta para cumplir lo que el Señor, a través de la Iglesia, le pedía. Realmente vivió en el espíritu de su lema Episcopal: ¡hágase tu voluntad!.
Me impresionó su desprendimiento de los bienes materiales. Cuando le comuniqué su nombramiento para el vicariato Apostólico de Puerto Gaitán, me dijo que no se había preocupado nunca hasta aquel momento por ahorrar algo para sí.
En los meses de su enfermedad me he preguntado varias veces qué motivo tuvo el Señor para permitir que permaneciera en el gobierno de Puerto Gaitán solamente por seis meses, mas cuando había comenzado a guiar el clero y los fieles entablando una óptima relación con ellos. En definitiva, me he preguntado varias veces qué sentido tenía su Episcopado, sabiendo que nada ocurre por casualidad. El Señor ciertamente a través de su enfermedad quería dar un mensaje a sus fieles y a la Iglesia.
… Cuando me llegó la noticia de su muerte no he podido hacer menos que destacar que sucedió en el Domingo del Buen Pastor, o sea de aquel que da la vida por sus ovejas. Y así he pensado que, a través de la enfermedad y la muerte de monseñor Luis Horacio, Jesús ha querido configurar Consigo en modo particular este Pastor y recordar a todos nosotros una dimensión esencial de nuestro sacerdocio y de la fecundidad de nuestra vida ministerial. El Buen Pastor debe dar la vida por sus ovejas, si quiere que su ministerio sea fecundo. El ministerio sacerdotal y episcopal no es una profesión. Es vida. Exige todo, hasta la salud y la vida. Si no estamos dispuestos a dar la vida por el Señor y, a través de Él, por los hermanos, somos malos Pastores. Nos lamentamos tantas veces de los escasos resultados de nuestros esfuerzos, pero no tenemos el coraje de sufrir nada, o muy poco, por el Señor y por los fieles.
También nuestro sacerdocio tiene necesidad y se cumple a través de nuestro sufrimiento, así como Jesús nos ha salvado sufriendo sobre la cruz. En esta perspectiva, que es aquella de la fe, el ministerio de monseñor Luis Horacio ha sido entonces extremamente fecundo, porque él lo ha irradiado con su largo y fuerte sufrimiento. Y, aunque desde lejos, en su enfermedad él ha continuado el pastoreo de sus fieles y su clero en Puerto Gaitán, y ha intercedido por todos, porque en la propia carne ha hecho fecundo su Episcopado.
…Invito a todos ustedes, y particularmente a quines lo han querido tanto y a sus fieles, a orar por él. Quizá tiene todavía necesidad de nuestras oraciones. No puede hacer nada más por sí mismo.
Pero a él podemos quizá confiar el ministerio de su sucesor y el bien de las almas que viven en Puerto Gaitán.
En cierto sentido, en nombre de monseñor Luis Horacio deseo finalmente agradecer a todos aquellos que lo han acompañado, especialmente en estos meses de la enfermedad. Sobre todo a sus familiares y a su hermana, con la cual ha vivido y que en modo especial lo ha cuidado con tanto amor. Toda la familia Gómez González me ha dado un ejemplo de la belleza de la familia cristiana, y también por esto doy gracias a Dios.
Un agradecimiento especial a monseñor Gonzalo Restrepo y a los sacerdotes de Manizales y de Puerto Gaitán, que han estado pendientes de las necesidades de monseñor Luis Horacio Gómez.
Finalmente invito a todos a conservar en el corazón la enseñanza que él nos dejó con su vida y muerte. ¡El Buen Pastor da la vida por sus ovejas! El Sacerdocio no es un juego. Significa amar con el corazón de Cristo y, por tanto, también con nuestra carne. Y así la carne se santifica y se convierte de verdad en instrumento de salvación y no de pecado. Que el ejemplo de monseñor Luis Horacio ayude a cada uno de nosotros los pastores a vivir así.
¡Sea alabado Jesucristo !”
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