VANESSA SÁNCHEZ
LA PATRIA | MANIZALES
¿Comió ya? Sí. ¿Descansó bien? Sí. ¿No tiene fiebre? No. Entonces, ¿por qué llora? Los bebés tienen razones, pero ni siquiera los padres más experimentados saben leerles la mente, y los pequeños no pueden expresar lo que quieren con palabras.
A Diana Cristina, mamá de Antonia de 10 meses, parece que la tarea le quedó grande. Dice que su hija es hipersensible y “se seca en llano”, que describe como un ahogo, pues no le salen lágrimas y sus labios se tornan morados.
“No sé que le duele, a veces creo que está enferma, le masajeo el abdomen, la cargo y ni en brazos se calma. Tengo que estar con ella de un lado para otro hasta que encuentra consuelo”.
En vista de que su comportamiento era repetitivo y no podían salir de casa por temor a un escándalo, la madre primeriza acudió al pediatra para saber si su hija padecía de alguna enfermedad o un problema de comportamiento.
“Me explicó que los niños lloran normalmente por hambre, frío, calor, estreñimiento, gases, sueño y, en el peor de los casos, por enfermedad. Me dijo que si no era nada de esto podría ser que el ambiente donde el niño permanecía era poco satisfactorio”.
Desde pequeña a Antonia la llevaron a una sala cuna, pues sus padres laboraban y no podían hacerse cargo de ella. Posiblemente esa era la causa de su incomodidad, porque relacionaba episodios negativos de esa vivencia y en casa los exteriorizaba.
Por edades
Según la pediatra y experta en crianza Magnolia Benavídez, cuando el niño atraviesa los 18 meses y empieza a asimilar su independencia entra en un momento de confusión y mide a través del llanto y la pataleta su capacidad de llamar la atención.
Hacia los 3 años, el niño define la personalidad y las pataletas y las crisis de llanto deben quedar atrás como medio de expresión mientras que dan paso al lenguaje.
“Es apropiado validar si él está cómodo, satisfecho con su alimentación o con algún dolor, y analizar el ambiente en el que está creciendo. Si es hostil y en él se grita, el niño puede estar reflejando lo que lo rodea y de ahí que aprenda a comunicarse con llanto e irritabilidad”.
¿Qué hacer y cuándo?
Aunque no puede pedirles a sus hijos que no manifiesten su malestar sí pueden manejar la situación para que ellos aprendan a regular su comportamiento. La experta señala que no es sano acudir a los castigos físicos ni verbales, pues de esta manera el niño responderá de manera agresiva.
“Si hace una pataleta, no lo consienta, deje que se calme y no ceda ante lo que provocó tal comportamiento”, concluye.
Recomienda que a los niños hay que hablarles a la altura y a los ojos. “Imite su llanto de manera jocosa. Abrácelo y explíquele, cuando se calmen, que así no se llama la atención ni se obtiene lo que desean”, aclara.
Para papás
Si el estrés y la frustración lo ponen impotente y abrumado ponga a su bebé en un lugar seguro, como su cuna, y déjelo llorar unos minutos para tener la oportunidad de recuperar la calma. “A los niños no les va a pasar nada si lloran, quizás solo necesiten desahogarse. Esta fase siempre pasará al cabo de que el niño se vuelva más independiente”, señala la experta.
Lo vital es no trasmitir la frustración al bebé sacudiéndolo, porque puede causarle daños cerebrales permanentes en los huesos y la visión.
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