B. Eugenia Giraldo
LA PATRIA | MANIZALES
30 años de matrimonio fueron suficientes para que hoy María Bibiana reconozca que su esposo sí ejercía cierto dominio en su relación. El maltrato verbal fue el abono para que ella se convirtiera en sumisa y aceptara en silencio y sin reproche lo que vivía en su hogar.
Ella, una mujer amorosa para todos según sus familiares, nunca se quejó. Más bien optaba por brindar una apariencia feliz aunque en su casa viviera un infierno.
Al preguntarle por qué soportó tanto abuso en silencio, responde que no había más que hacer. “Él nunca faltó con el pan en la mesa, era responsable, solo que su forma de ser era esa. Aunque debo reconocer que solo conmigo se portaba así. Con nuestros hijos, con la familia y los amigos es una persona afable y atenta”.
Ese silencio y aguante de María Bibiana se puede entender de varias maneras. La terapeuta holística femenina Carolina Galvis Espinosa explica que todo lo que las mujeres callan viene de un aprendizaje cultural.
“Hemos sido educadas en la cultura de la niña buena: calladita, tranquila, que no responde, y entonces nos pasamos a la pasividad o nos volvemos agresivas, lo que también enferma”, precisó.
Hoy, tras celebrar un aniversario más de matrimonio, las palabras de María Bibiana van encaminadas a que no se repita la historia. “Cuando mis hijos crecieron les expliqué la situación y siempre les aconsejo que no repliquen lo que vieron en casa”. Cuenta que todos están casados y que en sus hogares siempre es el diálogo el que les ayuda a resolver sus dificultades.
“Guardé silencio. Ese fue mi error”, recalca.
La terapeuta Galvis Espinosa añade que las mujeres callan: para qué son buenas, lo que les duele, cuál es su poder y en general, aquello que no les gusta y que deberían poder decir, por eso, dice que es tan importante lo que se calla como lo que se dice.
Según Galvis Espinosa, los hemisferios cerebrales femeninos están más conectados que los de los hombres, lo que explica que reaccionen más fácil a su proceso emocional y entonces cuando callan, su cuerpo explota y se enferma.
“Si no reconozco para qué soy buena, no fluyen las cosas en mi vida. Si mi palabra la utilizo de manera irresponsable estoy frustrada, entonces no hay manera de fluir y de salir de esa zona de confort”, con esto sentencia invita a las mujeres a dueñas e impecables con la palabra, porque repercute en la salud física, emocional, mental y espiritual.
Sopesar lo que se dice y lo que se calla podría ser la fórmula a la que la terapeuta adiciona un punto más: el cómo decirlo.
La terapeuta holística femenina Carolina Galvis Espinosa también habla de relaciones y de la importancia del amor en primera persona.
Armonía
¿Cómo evitar la crítica hacia las demás?
Todas las mujeres somos espejos, por eso invito a recuperar la sororidad -derivado del latín soror- que significa hermandad entre mujeres. Cuando recordamos que juntas somos más, que tenemos muchas cosas en común, merecemos reconocernos en la otra como un espejo y es así como todo se transforma y se armoniza.
Primero tú
También nos exigimos mucho...
Nos dijeron, ve y ama a tu prójimo como a ti misma, pero se nos olvidó ese tú misma. Cuando no me amo, observo al resto. Entonces, primero hay recordar que ser mujer es una bendición, que somos cíclicas y que esto nos hace cambiar con los días, lo que debemos verlo como una ventaja y desde ahí ser implacables y amorosas con nuestra palabra hacia nosotras y hacia los demás.
Gestoras de cambio
¿Cómo derribar ese aprendizaje cultural desde la infancia?
Como mamás, como tías, como amigas corresponde ser positivas con el palabra. Reforzarles para qué son buenas, que todo puede ser mejor, siempre desde lo positivo, aunque no es cuestión de positivismo, sino de aquellas palabras que crean una mejor vida desde mi propia palabra. También hay que entender que las niñas vienen a ser nuestras maestras, nos cuestionan y sin pelear, vivimos plenas porque somos gestoras del cambio social. Si estoy bien, todo a mi alrededor está bien, esto se multiplica.
Sanar
¿Cómo blindarse ante los ataques, el acoso?
Hay que reconocer que la mayor responsabilidad está en mi y lo puedo transformar. Estamos acostumbrados a dejar las responsabilidades en los demás. Si mi hijo sufre de acoso en el colegio, primero lo abrazo y reconozco esta realidad, sin alejarlo de ella; intervengo desde la parte consciente y amorosa, que no es pelear en el colegio, y reconozco que es un aprendizaje y así gestar una realidad diferente. El posconclicto es la puerta para que sanemos muchas cosas y nos corresponde asumir que podemos crear una realidad diferente entre todos, empezando por mí.
Reconciliar
Con toda la polarización que hay ¿cómo cambiar esa realidad?
Como seres humanos venimos a aprender de todos. Todo lo que me molesta de los demás, es lo que tengo que trabajar en mí. Eso cuestiona a todo nivel y es entrar en conciencia y reconciliarnos desde allí. Creo que vamos por buen camino, entramos en el caos para que se cree una nueva realidad.
Aprendiendo
¿Cómo aceptar los errores?
Aceptando a la humanidad, porque olvidamos que somos seres humanos en aprendizaje y todos cometemos errores. Somos especialistas en darnos látigo. Hay que recordar que vinimos a aprender y que eso requiere equivocarnos. Si todo fuera color de rosa nos quedaríamos en una ilusión.
Unidad
Con cada paso que damos nos apartamos de los otros
Es momento de recobrar el amor entre hombres y mujeres, ya no más dualidad, no más separación. Hemos logrado tener los mismos derechos, pero hay que entender que no vale la pena separados, porque hombres y mujeres somos complemento. Si venimos en cuerpos diferentes es porque nos corresponde aprender de esas diferencias.
* Siempre: primero yo, cuidarme yo, quererme yo, porque si yo estoy bien, el resto esta bien. Esto se multiplica.
* Háblate a ti misma como a la persona que más amas.
* Di: eres capaz, me acepto tal y como soy.
* Ve y ama a los otros como a ti misma, si me amo no tengo por qué herir a los demás.
* Mírate en el espejo en la mañana y ámate como eres.
* Conéctate con lo que te gusta.
--P
Foto | Efe | LA PATRIA
La armonía se da cuando reconocemos que juntas somos más y reconocernos en la otra como un espejo.
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