Por: Lina Leal
Especial para la Universidad del Rosario
Como un verdadero ejército, el sistema inmunológico de cada ser humano lo defiende a capa y espada de todo tipo de gérmenes. No es para menos, pues extraños como virus y bacterias generan afecciones que pueden alterar el adecuado funcionamiento del cuerpo humano. Ahora bien, en ocasiones este valioso defensor se equivoca y ataca órganos y tejidos sanos, generando así lo que se conoce como enfermedad autoinmune. Cuando se presentan simultáneamente en una persona dos o más de estas enfermedades se habla de poliautoinmunidad.
En ese proceso, el mismo organismo humano –tan complejo e indomable– se encarga de formar guerreros especiales: anticuerpos, unas moléculas que tienen como objetivo destruir a esos microorganismos o sustancias extrañas que estén en el cuerpo por cuenta de las enfermedades autoinmunes. Estos grupos élite de defensa pueden estar presentes mucho tiempo antes que la afección comience a manifestarse, lo que implica que si se identifica a estos anticuerpos también es posible predecir la aparición de una afección autoinmune.
Pero en casos de personas cuyos organismos ya combaten una enfermedad autoinmune, ¿acaso se forman guerreros (anticuerpos resguardados) contra otras de estas afecciones autoinmunes sin presentar aún síntomas? ¿cómo esos anticuerpos influencian el desarrollo de la enfermedad autoinmune ya existente? Sobre estas preguntas comenzó a indagar un estudio liderado por el Centro de Estudio de Enfermedades Autoinmunes (CREA), de la Universidad del Rosario.
A esta investigación se unieron tres representantes de Cali: el Centro de Referencia en Osteoporosis, Reumatología y Dermatología; el Centro de Investigación en Reumatología, Autoinmunidad y Medicina Traslacional (CIRAT), y la Universidad ICESI. En Bogotá, también se vincularon la Fundación de Dermatología y Reumatología (Funinderma) y la Clínica del Occidente. Por último, participó el Departamento de Inmunología de la Universidad de Texas, en Estados Unidos.
Un método ‘micro’, más allá de lo convencional
Este equipo multicéntrico trabajó con base en 254 pacientes de enfermedades autoinmunes que acudieron en una única ocasión, entre finales de 2018 y 2019, a Consulta Externa en alguno de los centros que forman parte del estudio en Cali y Bogotá. Las condiciones: ser mayor de 18 años, no ser extranjero y tampoco padecer Cáncer o algún tipo de infección. “Todo eso altera la medición de las poblaciones celulares”, explica el profesor Manuel Eduardo Rojas Quintana, de la Universidad del Rosario, quien lideró la investigación.
Si bien existen más de 80 enfermedades autoinmunitarias, los investigadores seleccionaron pacientes con cinco de estas afecciones: Artritis Reumatoide, Lupus Eritematoso Sistémico, Síndrome de Sjögren, Enfermedad Tiroidea Autoinmune y Esclerosis Sistémica. Todas son frecuentes, pueden afectar múltiples partes del cuerpo y tienden a tener alguna predisposición hereditaria. En el estudio, la mayoría de los participantes (146 pacientes) padecía Artritis Reumatoide.
A los pacientes que aceptaron participar, los investigadores les realizaron una encuesta relacionada con aspectos de su historia clínica. Igualmente, les tomaron sus muestras de sangre, con las cuales comenzaron a medir los anticuerpos para la enfermedad que cada persona presentaba y para otras patologías autoinmunes.
De ese modo, los investigadores fueron clasificando a los pacientes que integraron la muestra por grupos, y evaluando sus células (incluso en relación con otras de pacientes sanos). Según explica el Doctor Rojas: “una vez se medía toda esta información clínica de manera estandarizada, en conjunto con la Universidad de Texas en Estados Unidos, se realizó –mediante una plataforma de microarreglo– la medición de otros autoanticuerpos, en este caso 128, que antes no habíamos podido medir por métodos convencionales”.
La poliautoinmunidad, otro paso en la clasificación
Gracias a esta revisión cuidadosa, los investigadores lograron caracterizar de manera inmunológica y muy detallada a los pacientes del estudio. Mediante un modelado estadístico, determinaron cuáles son los más importantes marcadores biológicos dentro de cada enfermedad para configurar un modelo de predicción que permite clasificar inmunológicamente a las personas con esos padecimientos, incluso sin necesidad de tener sus historias clínicas (aunque ese fue un punto de partida clave con cada participante). “Demostramos que usando los anticuerpos podíamos clasificar a los pacientes con un altísimo rendimiento predictivo”, advierten.
En la actualidad, para la clasificación de la enfermedad se utilizan autoanticuerpos de manera aislada (es decir, uno por uno). Pero, según sostiene el profesor Rojas: “Si se utilizan varios autoanticuerpos al mismo tiempo, podría obtenerse una capacidad diagnóstica mucho más alta que utilizar solo uno. Y eso lo comprobamos para cada una de las enfermedades”. Por ejemplo, los investigadores encontraron cuatro (anticuerpos) en el Lupus Eritematoso Sistémico y descubrieron que al utilizarlos todos de manera simultánea (y no uno por uno), se obtiene un altísimo rendimiento en la clasificación, casi del 100%.
Con esos anticuerpos ya definidos para cada enfermedad, los investigadores procedieron a evaluar la frecuencia de esa autoinmunidad por anticuerpos en otras afecciones autoinmunes, a lo que denominan poliautoinmunidad latente: es decir, la frecuencia de tener otros anticuerpos diferentes a los de la enfermedad de base del paciente. También encontraron que existen condiciones más propensas a tener poliautoinmunidad manifiesta, es decir, cuando la persona tiene dos o más afecciones autoinmunes ya clínicamente expresadas.
“Encontramos que la mayoría de los pacientes presentan anticuerpos contra otra enfermedad autoinmune. Eso significa que, si a un paciente en consulta externa le midiéramos anticuerpos contra otra enfermedad, de 100 pacientes que evaluemos a 70 le vamos a encontrar anticuerpos contra otra enfermedad o condición autoinmune. El 70% de los pacientes tiene algún fenotipo de autoinmunidad latente para cualquier otra enfermedad autoinmune”, sostiene el investigador del Rosario.
Una vez definieron la frecuencia de la poliautoinmunidad latente, con todos esos anticuerpos que servían para la categorización, los investigadores procedieron a hacer una clasificación de los pacientes que concluyó en tres grupos, con similitudes entre los 2 y 3 que tenían más procesos inflamatorios y alteraciones celulares: “Eran también quienes tenían alteradas las proteínas inflamatorias, los que más sintomatología tenían y quienes requerían más tratamiento para controlar la enfermedad”. Según explican, pacientes con Lupus Eritematoso Sistémico y Enfermedad Tiroidea Autoinmune son los que más presentan poliautoinmunidad manifiesta, por lo que son grupos en los que se debe tener mucho más cuidado en la evaluación médica.
Probabilidad de desarrollar otras enfermedades autoinmunes
La investigación también realizó un análisis para saber dentro de cada afección qué autoinmunidad latente existe. En los pacientes con Artritis Reumatoide los anticuerpos más frecuentes fueron contra Lupus eritematoso sistémico. Es probable entonces que, en unos años, los actualmente pacientes de Artritis presenten Lupus pero también existe la posibilidad de que desarrollen anticuerpos contra Síndrome de Sjögren o Esclerosis sistémica. “En el caso del Lupus Eritematoso Sistémico, hubiera pensado que era también contra Artritis Reumatoide y no, es contra Esclerosis Sistémica”, sostiene el investigador Manuel Rojas.
En las personas con Enfermedad Tiroidea Autoinmune, los anticuerpos más frecuentes que encontraron los investigadores fueron contra la Esclerosis Sistémica, y en las personas que padecen esta última patología, se encontraron más anticuerpos contra Síndrome de Sjögren. Por último, en los Sjögren se asoció el Lupus Eritematoso Sistémico.
“Es necesario medir en los pacientes los anticuerpos contra otras enfermedades, porque de esa manera podemos hacer un control más estricto y quizás hacer un diagnóstico temprano de la enfermedad”, apunta el Doctor de la Escuela de Medicina y Ciencias de la Salud, y añade que de este modo se personaliza el tratamiento de los pacientes con afecciones autoinmunes.
Diagnósticos más acertados y precisos
En materia de enfermedades autoinmunes, existen letargos o fallas en el proceso de diagnóstico, lo que dificulta el tratamiento de los pacientes. Es el caso de Mónica Pardo, una bogotana de 35 años que padece Lupus Eritematoso Sistémico, desde que tenía 22. Lo que comenzó con una consulta por hinchazón de pies, culminó con un tratamiento arduo que incluso la llevó a tomar 14 medicamentos orales diariamente. Entre derechos de petición, ires y venires con el sistema de salud, y consultas a uno y otro especialista, ha logrado recomponerse y llevar una vida normal.
No obstante, recuerda que fue difícil encontrar el diagnóstico adecuado, pues inicialmente a los primeros exámenes no le dieron mayor trascendencia. “Pasaron ocho meses desde la primera consulta para que a un especialista se le ocurriera realizar una ecografía de riñones, luego una biopsia y ahí comenzó el tratamiento. Tal vez con un diagnóstico más temprano se podría haber frenado el deterioro del riñón y eso me habría ayudado a tener un tratamiento menos agresivo”.
Mónica, además, padece de Tiroides. Pero esta condición al parecer no fue tenida en cuenta para establecer su diagnóstico. Según el Doctor Rojas, casos como este fueron frecuentes en la investigación pues encontraron pacientes cuyo primer dictamen era la Artritis Reumatoide o el Lupus Eritematoso Sistémico, pero cuando empezaron a indagar su historia clínica, el paciente decía que tenía Hipotiroidismo hace muchos años, incluso antes de que le diagnosticaran la enfermedad la Artritis o el Lupus.
“Cuando íbamos a analizar los fenotipos inmunológicos basados en anticuerpos, encontrábamos que el paciente tenía anticuerpos para Enfermedad Tiroidea Autoinmune. Eso quería decir que muy probablemente la primera enfermedad de este paciente no fue el Lupus o la Artritis sino la Enfermedad Tiroidea Autoinmune. Lo que es muy importante porque puede ser que a ese paciente lo hayan clasificado erróneamente, no se sentaron a mirar qué otras comorbilidades tenía y si, por ejemplo, ese hipotiroidismo era de origen autoinmune”, advierte el investigador.
Es por eso que –siguiendo el estudio– esto es muy importante para el diagnóstico, porque se devela la utilidad de reconocer los anticuerpos y verificar si el paciente no tiene estigmas de otra enfermedad autoinmune, que pueda tener lugar posteriormente. “Con esta nueva taxonomía que desarrollamos, en el futuro se pueden implementar estrategias de trabajo en el tratamiento muchísimo más específicas, con mejores resultados en los pacientes. Esto es clave porque entre más temprano se inicie el tratamiento mejores desenlaces puede tener para la vida de una persona”.
Algunas conclusiones:
URosario, líder en investigación de excelencia en el país
A pesar de la crisis sanitaria por el COVID-19, entre 2018 y 2021 la producción científica en revistas de alto impacto de la Universidad del Rosario creció un 107,28%, respecto al período 2011 – 2017; se duplicó el número de laboratorios y se lanzaron 54 nuevos programas a la medida de las necesidades del sector productivo. Además, la financiación internacional aportó el 51% del total de la inversión para investigación de la institución en el año 2020, dijo Alejandro Cheyne, rector de la institución.
La Universidad del Rosario, entre 2018 y 2021, se consolidó como institución líder en investigación de excelencia en el país: 7 de cada 10 artículos científicos de la universidad han sido publicados en las revistas científicas internacionales más importantes (el 50% de mayor impacto de la base de datos Scopus, una de las más prestigiosas a nivel mundial).
El Rosario duplicó su producción en revistas científicas de alta calidad. El aumento de la producción de artículos en revistas de alto impacto pasó de 250 en el año 2015 a más de 500 en 2020. “Esto es aún más relevante si se tiene en cuenta que apenas inicia actividades la Escuela de Ingeniería, Ciencia y Tecnología de la institución, donde existen grandes oportunidades de investigación y transferencia de sus resultados”, dijo el vicerrector Sergio Pulgarín.
El fortalecimiento de la producción de la investigación ha ido de la mano de la innovación pedagógica en la universidad, que contempla, entre otros, fortalecer el sistema de laboratorios de la institución con nuevas formas de enseñanza y aprendizaje que incorporan ambientes de experimentación, de enseñanza y creación. En cerca de tres años se duplicó el número de estos espacios, al pasar de 26 en 2018 a 77 laboratorios al cierre de octubre de este año, manifestó el rector Alejandro Cheyne.
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