Soy un riñón trasplantado. El único que tiene Isabel Cristina Ríos. La mayoría de personas tiene dos riñones, pero a ella le tocó vivir solo conmigo. Los dos que ella tenía se dañaron. Es decir, llegué aquí por una necesidad y soy un regalo de vida que le donó su hermano. Eso dice ella.
Esto pasó cuando Isabel tenía de 25 años. Sufría de la presión alta, una de las razones por las que más nos dañamos. Sumado a esto padecía constantes dolores de cabeza y, tal vez por falta de conocimiento, se automedicaba sin tener en cuenta que con esto se hacía más daño.
Los síntomas, cada vez más persistentes, hicieron que Isabel acudiera al nefrólogo, quien al ver su historia clínica solo pudo decir: “no hay nada qué hacer”. Los riñones se habían deteriorado tanto que la hemodiálisis tres veces por semana fue la única terapia que sirvió para remplazar las funciones que mis dos colegas cumplían. Luego llegué yo.
Este regalo, le asegura ella a quien le pregunta, la regresó a la vida, y le sirvió incluso para trabajar desde hace cinco años en la Asociación Nueva Esperanza, cuya labor es ayudar a que los pacientes enfrenten tutelas con sus EPS para que les aprueben sus trasplantes, y también para elaborar proyectos de prevención, sensibilización y aprendizaje sobre la insuficiencia renal crónica.
Los riñones tenemos forma de fríjol y medimos entre 10 y 12 centímetros. Nos encargamos de eliminar sustancias tóxicas del cuerpo y ayudamos a regular las concentraciones de agua en la sangre. También ayudo a controlar la presión arterial, a producir glóbulos rojos y a mantener los huesos sanos.
Estas tareas no las podría realizar con eficacia si no tuviera el apoyo de lo que los expertos denominan hábitos de vida saludable, porque de lo contrario podría sufrir una sobrecarga y disminuir mis funciones, lo que podría ser fatal si no se nos presta atención a tiempo.
Este trabajo, que es de dos, en algunas personas como Isabel solo lo realiza uno, que soy yo. Hay, por ejemplo, quienes nacen solo con uno y llevan una buena calidad de vida. En estos casos es la naturaleza la que obra maravillas.
Como lo dije antes, en un ambiente óptimo estamos habituados a hacer bien nuestro trabajo. Sin embargo, no faltan los enemigos. Ahí están la diabetes y las enfermedades cardiovasculares. La presión arterial elevada, por ejemplo, es lo que más nos pone en riesgo porque nos sobrecarga de líquidos, ¿y así quién no se cansa? También hay razones hereditarias, y la obesidad y el sedentarismo sí que nos hacen daño.
Ahora, ¿sabe cómo me vuelvo perezoso poco a poco? Pregunte qué es la Enfermedad Renal Crónica. En un comienzo puede afectarme levemente, y la persona no necesariamente se da cuenta. Cuando a la gente le duele la espalda es común que diga que le duelen los riñones; esto es falso, es más un mito urbano porque casi siempre cuando estoy mal no manifiesto síntomas, es decir, me enfermo en silencio.
No obstante, después de un tiempo avanzado me agravo y quien me lleva en sí puede manifestar síntomas como pérdida de peso y de apetito, náuseas, vómito, hinchazón y una palidez terrosa. Esto puede deteriorarme de tal manera que remplazan mis funciones con una terapia renal, que puede ser trasplante o diálisis.
Y, vea usted, esta no es la única dificultad. También está la anemia renal, que se caracteriza por un nivel muy bajo de hemoglobina, lo que priva al cuerpo del oxígeno necesario para funcionar de manera normal.
En este caso los síntomas más comunes son fatiga, debilidad, depresión, dificultad para aprender, falta de aire por esfuerzo, riesgo de anomalía en el corazón, entre otros. Además esto contribuye al desarrollo de la enfermedad cardiovascular porque obliga al corazón a trabajar más de lo normal para entregarle oxígeno al cuerpo.
Dicen los que saben que la vida media de un riñón trasplantado, como yo, es de 13 años. Tres de cada 10 pacientes duran 20 años, pero hay quienes a los tres años nos deben cambiar de nuevo por otros. Ojalá duráramos toda la vida.
*Con información de Andrés Mantilla Reinaud, médico internista y nefrólogo.
- Consuma frutas y verduras, posiblemente las carnes rojas y las dietas altas en proteínas nos afectan.
- Practique ejercicio regular.
- Consuma agua entre dos a tres litros por día.
- Controle la glicemia.
- Tómese regularmente la presión arterial.
- Vigile los niveles de colesterol.
- Evite el sobrepeso es una sobrecarga para todo el organismo.
- Reduzca el consumo de sal que es dañina para nuestro funcionamiento.
- Deje de fumar. Fumar hace que se aumente la frecuencia cardiaca y por consiguiente se incrementa también la presión arterial dañando los vasos sanguíneos.
- No se automedique. Medicamentos como los antinflamatorios no esteroideos como el ibuprofen causan daño si se ingieren regularmente. El medicamento no produce daño si somos normales y se toma solo para emergencias, pero, si se toma para dolores crónicos como los de la artritis o los de espalda, puede ocasionarnos serios problemas.
De acuerdo con estimaciones de la Asociación Colombiana de Nefrología, 4 millones de colombianos sufren de ERC. Se estima que cerca de 21.735 personas reciben tratamientos de diálisis, mientras que otros 29 mil 680 se encuentran en tratamiento de prediálisis.
De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Salud, en el 2010 de los mil 173 trasplantes de órganos realizados en el país, 868 fueron de riñón, lo cual indica que el 74% de los procedimientos realizados durante ese año fueron renales. Durante el periodo enero-septiembre de 2011 se realizaron 606 trasplantes de riñón frente a los 633 del mismo periodo del año 2010, que representan una disminución de 4,5%.
En Caldas hay cerca de 500 pacientes en diálisis y la mitad de ellos están en condiciones óptimas para recibir un trasplante.
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