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Pocas organizaciones en Colombia fueron creadas y han conservado durante 97 años su origen en las bases como lo ha hecho la Federación Nacional de Cafeteros. Representa a los productores, que no son nadie distinto a finqueros y campesinos que derivan su sustento de la siembra del café. De eso somos testigos en Caldas y en el Eje Cafetero. Vuelve a errar con el sector el presidente, Gustavo Petro. Hace un par de semanas dijo en un evento en Sucre que la Federación es una entidad de la oligarquía que le arrebató el negocio a los campesinos. No señor presidente, se equivoca.
La Federación ha apalancado el desarrollo de las 15 zonas cafeteras en Colombia. Qué fuera de ellas si a través de los Comités en los departamentos y en los municipios no hubiesen dado la mano para construir escuelas, puestos de salud, vías, acueductos rurales; para electrificar el campo; para llevar educación a niños y adolescentes a través de programas como Escuela Nueva y para formar al campesino con su asistencia técnica y labores sociales de extensión.
Muy desacertado manifestar que la Federación, que califica de oligarquía, es el ejemplo del robo del café, que luego se volvieron petroleros y carboneros y acabaron con la economía cafetera. Antes de salir a hablar en contra, el presidente debería acudir a sus asesores y técnicos, porque las mayorías en el gremio cafetero se sienten identificados y representados en su institucionalidad. No puede confundir él a quienes por disponer de un capital mantienen una finca en pie y lo que están haciendo es generar trabajo para recolectores y muchos otros oficios que exige este cultivo, y de paso están dejando ganancias económicas y buena imagen para el país.
Petro no puede seguir desorientando con teorías socialistas y la demagogia de estas últimas semanas. Casi preparando el terreno para la celebración hoy y mañana de una Asamblea Nacional Cafetera en Bogotá, convocada por su Gobierno, pero a la que no asistirán las organizaciones más reconocidas del sector o ni siquiera las tuvieron en cuenta, como a la Federación. Muchos cafeteros están temiendo que la intención del Gobierno sea reunir mayorías para crear una entidad paralela. El año pasado la ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, hizo varias reuniones abriendo camino a una reforma agraria cafetera. El Ministerio está pagando viáticos de transporte y alojamiento a los asistentes a la Asamblea, lo que no está bien.
 

No es deslegitimando la institucionalidad como el Gobierno va a alcanzar logros y reconocimiento. La Federación Nacional de Cafeteros ha hecho un buen manejo del sector y del Fondo Nacional del Café, que lo administra por delegación del Gobierno nacional. Por qué no más bien remar juntos, como han hecho por décadas, respetando la autonomía de los cafeteros y haciendo gestiones para mejorar los precios del grano y las condiciones para seguir sembrando café en el campo.