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Populistas no solo son los dictadores, también los gobiernos totalitarios que causan daño a las sociedades que dirigen con el solo hecho de tomar determinaciones para satisfacer exclusivamente a sus seguidores, no a todos sus gobernados, y alimentar con eso la permanencia en el poder. Muestras de gobernantes populistas hay en América Latina, Rusia, África, China, Hungría, Bielorrusia y hay un expresidente candidato en los Estados Unidos. Parece un virus en expansión contra la democracia, ese sistema que representa justamente al pueblo.

Los gobiernos populistas suelen intervenir en las libertades y de primera la libertad de prensa, que por estos días aparece golpeada en el continente. Tan antidemocrático es Nicolás Maduro cuando ordenó esta semana cancelar la programación del canal alemán DW en español de la televisión por cable en Venezuela, porque no le parecen sus contenidos y los tilda de nazi; como lo es Javier Milei, que suspendió el lunes la agencia estatal de noticias Télam de Argentina y bloqueó la entrada a sus instalaciones a todo el personal por considerar esta empresa como un instrumento de propaganda kirchnerista.

Ni el autoproclamado socialista Maduro ni el libertarianista Milei actúan en democracia. Ambos proceden atacando los derechos a informar y a ser informado sin presiones. Gobernar en democracia es aceptar el disenso como parte esencial de su existencia. Acudir a la censura no es solución nunca para imponerse en la opinión pública. Si se teme que hay periodismo que abusa de las libertades, que calumnia o es corrupto existen canales para ello, pero no se soluciona esto tomando decisiones desde el poder, sino acudiendo al diálogo y a la justicia, in extremis.

Colombia debe cuidarse de caer en estos terrenos. De los visos populistas del actual Gobierno nacional evidenciados en descalificaciones públicas venidas del propio presidente Gustavo Petro y de algunos funcionarios y en ataques sistemáticos de muchos seguidores que la emprenden en redes contra opositores, medios de comunicación, periodistas, congresistas, ciudadanos y hasta funcionarios de instituciones que no atizan el sahumerio oficialista.

Nada más peligroso para una democracia y a la vez más populista que tratar de frenar la oposición. Debe existir como mecanismo de participación en cualquier sistema. político, económico, social... Nada hace crecer y mejorar más a una Administración que la crítica, esa que algunos periodistas hacen con mucho profesionalismo para combatir flagelos como la corrupción y el delito. Quizás eso es lo que está incomodando tanto en Venezuela y Argentina.