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¿Cuándo comenzó Venezuela a caer por el despeñadero? Responden sin dudar muchos venezolanos: a partir de la asamblea constituyente que promovió Hugo Chávez en 1999, con la que prometió mejorar la desgastada economía, resolver los bajos salarios, la falta de oportunidades para los jóvenes; los problemas de salud, de educación, de vivienda. Pero nada de eso ocurrió. Esa constituyente fue el inicio del fin de su democracia, los llevó a la tragedia social y económica en la que llevan 25 años.

El presidente, Gustavo Petro, conmocionó al país el viernes desde Cali, cuando apareció en público para anunciar que si el Congreso no aprueba sus proyectos de reforma convocará una Asamblea Nacional Constituyente. Da un reversazo sobre la palabra que empeñó en el 2018 como precandidato. Escribió en mármol sus compromisos con la ciudadanía. El segundo era no convocar a una constituyente. En campaña presidencial lo ratificó en foros y entrevistas. Ahora, con un débil argumento, dice que lo hará para eliminar las “mafias que controlan el Estado e impiden que se implemente la Constitución del 91”. Con eso acrecienta más la incredulidad en lo que dice y promete.

No es la Constitución Política lo que hay que cambiar en Colombia, hay es que darle una oportunidad. Si Petro se hubiese dedicado a ejecutar con un buen equipo de Gobierno, le habría evitado la mitad de los escándalos y tropiezos; si hubiera convocado a todos los sectores en un gran frente, como anunció desde su llegada, hoy no estaría dando palos de ciego. La Constitución define los pesos y los contrapesos del Estado democrático, por eso hay que seguirla preservando. Hacer un llamado a la movilización popular en las calles, como fuerza para presionar a los poderes públicos para convocar a la asamblea, tampoco es la vía. Los problemas que se presentan en el juego democrático no se resuelven imponiendo una visión única de país, al contrario, es abriendo el escenario a diferentes miradas.

El presidente y su Gobierno deben concentrarse en diseñar estrategias que resuelvan los problemas económicos y sociales, que no son de poca monta; se requiere de un presidente tomando las mejores decisiones, haciendo gestiones por el país y apoyado por funcionarios conocedores. Para ninguno de estos aspectos se requiere una constituyente, lo que hay que hacer es aplicar la Constitución del 91 para alcanzar más democracia, más paz y más justicia, que dice perseguir Petro. Justamente esa es la esencia de la carta magna, que consolida el estado social derecho, y él lo sabe porque líderes del M-19, en el que militó, participaron de su elaboración.

Irse a una constituyente, que es un proceso de por lo menos dos años, unos meses menos de lo que falta para que concluya su mandato, parece estar más pensado en un proyecto político para el 2026, así él diga que no es para buscar su reelección. Lo está sustrayendo del ejercicio del ejecutivo, que fue para lo que lo eligieron. Ya vendrá el tiempo de las elecciones, y qué mejor carta política que mostrar lo que hizo, no lo que dejó de hacer.