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En los círculos políticos de Villamaría no se debería ver como intromisión que Aguas de Manizales haya dado la mano para sortear la emergencia actual, ni como pérdida de institucionalidad que el alcalde esté buscando suscribir con Aguas un convenio. 
19 de octubre del 2011, se desprenden unos 138 mil metros cúbicos de tierra desde la finca La Marmolera, se forma una avalancha que afecta uno de los dos tanques de la planta de tratamiento de agua Luis Prieto en Gallinazo (Villamaría) y arrasa con los dos tubos madre que surtían de agua a Manizales. Nadie imaginó que era el comienzo de 17 días en los que esta ciudad estuvo sin una gota de agua. Días después, el 6 de diciembre, volvió a ocurrir una avalancha que se llevó las tuberías instaladas y dejó otra vez sin agua a media ciudad durante otros 13 días hasta el 18 de diciembre.
Se pensaba que esta caótica experiencia, que nadie quisiera repetir, había quedado para la historia en Caldas, y que las alcaldías y las empresas prestadoras del servicio de acueducto habían aprendido que es necesario prevenir y mitigar riesgos en el negocio que se mueven. Ahí es clave tener planes de contingencia, porque la ocurrencia de un imprevisto los acompaña en su día a día. Pero no. Caldas está repitiendo un hecho similar en Villamaría, donde en la madrugada del miércoles y a raíz del daño de dos tubos que conectan la bocatoma Chupaderos con la planta de tratamiento dejó sin agua a toda la zona urbana del municipio (unos 50 mil habitantes) y ayer terminaban de restablecer el servicio.
En Villamaría los cortes de agua se volvieron recurrentes por lo obsoleto y vetusto del sistema de acueducto que lleva 39 años operando. Ni Aquamaná, empresa prestadora, ni la Alcaldía han logrado que las gestiones e inversiones anunciadas tengan el impacto requerido por la comunidad para resolver el problema sobre un servicio vital para todas las actividades diarias. Pareciera que entre las administraciones se ha perdido de vista la urgencia de este asunto, que tiene que convertirse en una prioridad, por encima de otros que se reclamen. Un territorio con buenos servicios públicos crece en competitividad.
A finales del año pasado contrataron una consultoría por $1.070 millones para el Plan Maestro de Acueducto y Alcantarillado que definiría lo que se requiere, además de anunciar inversiones por $1.729 millones para terminar en enero la nueva bocatoma en Chupaderos, a pesar de que estaba programada para agosto. Eso fue en la anterior Administración. El nuevo alcalde, Jonier Alejandro Ramírez, habla de un proyecto que quedó radicado en el Viceministerio del Agua para actualizar Chupaderos y que en eso están.

En los círculos políticos de Villamaría no se debería ver como intromisión que Aguas de Manizales haya dado la mano para sortear la emergencia actual, ni como pérdida de institucionalidad que el alcalde esté buscando suscribir con Aguas un convenio interadministrativo que permita conectar los sistemas ante otra eventual contingencia. Aguas ya pasó por una situación similar en Manizales y es mucho lo que puede ayudar para que por fin se consolide la solución requerida. Hay que verlo como un hecho metropolitano, parte de eso fue lo que se votó mayoritariamente en estos dos municipios.