La Federación Nacional de Cafeteros, que cumple 90 años de fundada por estos días, se dispone a realizar reformas en sus estatutos, pedidas por distintos sectores de los caficultores en Colombia, con el fin de que sea un gremio que esté a la altura de los desafíos del momento. Es cierto que bajo la gerencia de Roberto Vélez Vallejo los cafeteros han encontrado la disposición de escuchar las propuestas de las bases, cosa que no ocurría antes, y que su administración ha sido abierta, pero esta actitud obedece más a su estilo personal que a las características mismas de la cultura organizacional de la Federación, donde es verdad que se necesitan ajustes administrativos profundos.
Un grupo de productores de café de Caldas viene impulsando la iniciativa de adelgazar el tamaño de la Federación, limitar los tiempos de los dirigentes en los comités departamentales para que no se eternicen en esos cargos, e introducir otras reformas democráticas que les permitan a los cafeteros tener un mayor control del organismo y darle más flexibilidad. Sobre todo, que se pueda transformar en una institución más abierta y cercana a cada uno de los caficultores, en la que se experimente el beneficio real de pertenecer a ella.
Un debate que se aproxima, y que quedó trazado en el pasado Congreso Nacional Cafetero, es el del posible incremento de la contribución cafetera con la que se sostiene el funcionamiento de la Federación, asunto que tendría que ser aprobado por el Congreso de la República. Actualmente está en seis centavos de dólar por cada libra exportada, pero el objetivo es que suba en 1,5 centavos, lo que corresponde a un incremento del 25%. La idea es que esos nuevos recursos se transformen en programas que beneficien a los cultivadores y que le aporten mayor productividad al sector, y hasta en un fondo para la seguridad social y las pensiones de los cafeteros, pero al mismo tiempo que ese incremento en la contribución solo sea efectivo después de un nivel alto en la cotización de los precios, como parece que es la propuesta del actual gerente.
En general, el propósito de los productores es que las reformas de los estatutos sirvan de manera real a sus intereses, que con ellas se abra el camino a un gremio más fuerte, pero también más democrático y flexible. Tienen razón cuando piden que haya más escenarios de participación, que existan restricciones para que los miembros de comités municipales y departamentales no puedan estar en juntas de cooperativas, que cada cuatro años haya renovación del 50% de los comités y que sus miembros puedan estar máximo 8 años.
De la misma manera es sano para el gremio que se escuche más a los jóvenes cafeteros, que se les involucre más en las decisiones, si es que se quiere un relevo generacional vigoroso que mantenga la caficultura siempre en crecimiento. Es pertinente, además, que se adopten los principios de buen gobierno y que se haga total claridad acerca del funcionamiento del Fondo Nacional del Café.
Hay que aprovechar al máximo el congreso cafetero extraordinario de julio próximo en Medellín, para que de esa reunión salga un gremio fortalecido, listo para hacerle frente a los inmensos desafíos que plantea el futuro. Para eso hay que convocar al mayor número de cultivadores para que expresen sus opiniones y propongan los cambios que quisieran implementar en beneficio de un gremio cada vez más sólido y unido. Hay que persistir en la mejora de la rentabilidad para los productores, lo que debe ocurrir si participan en mayor proporción de la cadena de valor de la industria, es decir si del precio que pagan los consumidores por un buen café se incrementa el porcentaje que reciben quienes lo siembran.
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