El reciente informe de Luis Roberto Rivas Montoya, gerente de la Industria Licorera de Caldas, acerca de la franca recuperación de esa empresa, en el que se evidencia que las utilidades ascendieron a los $50 mil 409 millones al cierre del año pasado, deja claro que el "banco de los caldenses", como se le ha llamado, puede seguir creciendo, y lo único que necesita es que se le siga dando un manejo que busque expandir su potencial al máximo, sin dejarse llevar por los vaivenes de los intereses políticos, a lo cual el actual gobernador, Guido Echeverri, se comprometió.
El solo hecho de que Rivas tenga continuidad en la gerencia desde enero del 2016 es un buen paso, si recordamos que durante el primer lustro de esta década abundaron los gerentes que no duraban ni un año. En buena parte eso ha servido para que las utilidades alcancen cifras que no se veían desde hace nueve años, y que las proyecciones futuras nos lleven a ser optimistas. De hecho, si se mantiene un ritmo en el que las ganancias del 2018 superaron en 25% a las del 2017 y en 67% a las del 2016, podremos ingresar a la próxima década con una solidez que nos reta a mantenerlas y consolidarlas.
Las estrategias de mercadeo adoptadas para reconquistar mercados nacionales y penetrar a nuevos países, así como un juicioso trabajo con un equipo comprometido y la misma modernización tecnológica de la empresa vienen provocando efectos favorables que vale la pena resaltar. No de otra manera se hubiera logrado incrementar las ventas en $17 mil 680 millones hasta llegar a los $223 mil 130 millones el año pasado, equivalentes a la comercialización de 25,6 millones de botellas. Si bien en el 2015 se llegaba a cuatro países y hoy los productos propios están en 14 naciones, todavía es posible seguir creciendo en los mercados internacionales, para lo que hay que hacer mayores esfuerzos.
Terminar el año con ventas de 28 millones de unidades es la meta, que esperamos se cumpla con creces, porque eso se reflejará de manera inmediata en las transferencias a la Gobernación de Caldas para invertir en educación, salud, cultura y deporte, cifra que del 2016 al 2018 es de $62 mil 950 millones, casi 10 veces más que la alcanzada entre 2012 y 2015, cuando algunos llegaron a pensar que nuestra licorera iba camino a ser una empresa inviable que sería mejor vender o, simplemente, liquidar. En el 2013, por ejemplo, en lugar de ganancias, la ILC arrojó pérdidas por $4 mil 84 millones.
Lo cierto es que la aplicación de un modelo de gobierno corporativo en el que la Junta Directiva tiene mayores responsabilidades, y cuyos miembros son poseedores de conocimientos más estratégicos para el actual momento de la empresa, le aporta herramientas para actuar en un ambiente de férrea competencia. Esto, unido a la profesionalización de toda la estructura administrativa de la empresa, más eficientes relaciones con los distribuidores, y un mejor ambiente laboral, son logros que debemos defender todos los caldenses para asegurar el futuro de la compañía.
Un punto esencial que debe fortalecerse y convertirse en clave para el avance futuro es el de la innovación y la investigación. Eso puede ayudar a que en lugar de menguar en su buen comportamiento la Licorera se crezca aún más allá de lo previsto. Las oportunidades para los afamados productos de la ILC son amplias, y la recuperación del músculo financiero puede hacer que, bien administrado, nos lleve a ser protagonistas del mercado nacional y jugadores de mayor peso en el mundo. Todos en Caldas nos beneficiaríamos con ello, por eso hay que dejar atrás las épocas en las que la empresa se manejaba al ritmo de los intereses politiqueros y cortoplacistas de los gobernantes de turno.
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