Santiago de Chile será la sede mañana de una importante cumbre de presidentes de Suramérica, en la que se pretende oficializar el nacimiento de un nuevo órgano de integración regional: el Foro para el Progreso y el Desarrollo de América Latina (Prosur). Argentina, Brasil, Chile, Ecuador, Paraguay, Perú y Colombia son los países que lideran este propósito que buscará estrechar los lazos de cooperación y ser efectivos en el momento de defender la democracia en el continente.
Uruguay también estará presente, pero más como observador y no con su presidente a la cabeza, debido a que tiene reparos acerca de los verdaderos objetivos de Prosur, que algunos interpretan como un posible reemplazo de la Unasur impulsada en la década pasada por los expresidentes Hugo Chávez, de Venezuela, e Ignacio Lula, de Brasil, y que terminó siendo inútil, y con solo Uruguay, Guayana, Bolivia, Surinam y Venezuela como miembros.
Ojalá que este nuevo instrumento de cooperación entre los países suramericanos, sea un buen complemento para órganos como la Alianza del Pacífico (AP) y el Mercosur, ya desgastado, con un enfoque más económico y de sinergias a favor del desarrollo, y no tanto de deliberación política. Para ese fin ya existe la Organización de Estados Americanos (OEA) y hasta el mismo Grupo de Lima, los cuales tienen para mostrar avances y herramientas que vienen desplegando con respecto a la crisis de Venezuela. Sería importante que este último país pueda ser protagonista del nuevo Prosur, una vez que el presidente interino, Juan Guaidó, asuma con plenitud los poderes del Ejecutivo.
La idea es que no sea un organismo supranacional más que se quede en buenas intenciones, pero sin nada concreto en el horizonte. Tras la cumbre de presidentes es fundamental que surja un bien estructurado plan de acción que dinamice las relaciones comerciales y que apunte a avanzar hacia decisiones como las tomadas en el interior de la AP, donde inclusive los mercados bursátiles han logrado integraciones interesantes, y donde la movilidad de los ciudadanos de sus países miembros también ha sido facilitada. Sería un error que se quede anclada a una coyuntura que tarde o temprano va a pasar y que con su disolución también se llevaría al olvido lo que ahora nace con esmero.
Si se ha de dar el paso de crear Prosur, impulsada principalmente por los presidentes Sebastián Piñera, de Chile, e Iván Duque, de Colombia, debe pensarse en estrategias que más allá de lo ideológico y de los vaivenes políticos en la región, puedan mantenerse en el tiempo y ser motor para asumir unidos los retos que nos plantea el mundo globalizado. Si la Unión Europea (EU), por ejemplo, pese a los permanentes cambios de dirigencia en sus países miembros (y salvo el escollo del Brexit) se mantiene sólida como bloque económico ante potencias como los Estados Unidos y China, por qué no pensar en que hacia el futuro Suramérica pueda actuar como bloque para defender sus intereses económicos regionales.
Además de avanzar en integración que allane la movilidad de sus habitantes, pero que también coopere en materia energética, comercial, científica, tecnología y en la protección del medio ambiente, entre otros asuntos vitales, Prosur debe convertirse en el mecanismo que de verdad nos haga ingresar al siglo XXI, y avanzar rápidamente en la modernidad. Para que eso sea real y se convierta en un instrumento de largo aliento, deberá evitar que posiciones políticas exageradas como la que representa el presidente brasileño, Jair Bolsonaro, se impongan en las bases de su creación.
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