El presidente de Ecuador, Lenín Moreno, tomó la decisión esta semana de que su país no sea más garante de los diálogos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla del Eln, cuyas conversaciones se desarrollaban precisamente en Quito, la capital del vecino país. Es una situación que surge como consecuencia del asesinato de los periodistas del diario ecuatoriano El Comercio a manos del grupo criminal de alias Guacho, disidencia de las Farc que maneja el negocio del narcotráfico en la frontera entre los dos países, y es entendible ante la evidencia de vínculos de facciones del Eln con otros grupos irregulares en varias regiones de Colombia para cometer toda clase de delitos.
Desde luego que esto también puede tener conexiones con otra determinación tomada por Moreno en las horas recientes, y que tiene como foco una investigación acerca del supuesto apoyo que las Farc le habrían dado a su antecesor, Rafael Correa, para su última elección a la Presidencia, lo que muestra que en Ecuador hoy Colombia puede ser visto como un vecino que le causa dificultades, las cuales podrían agravarse en cualquier momento. Hay que tomar en cuenta que luego del asesinato de los comunicadores, la banda de Guacho también secuestró a dos ciudadanos ecuatorianos que permanecen en cautiverio.
Colombia, en su objetivo de acabar con el conflicto armado con el Eln, de una manera similar a como lo logró con las Farc, busca ahora dónde instalar la mesa, para lo que tiene ofertas de Chile, Brasil, Noruega y Cuba. Por lo pronto, el equipo negociador del gobierno colombiano regresó ayer a Bogotá, mientras se decide si se podrá terminar el actual ciclo de conversaciones en Quito o si es necesario buscar un traslado rápido a una nueva sede. Como sea, es importante persistir en el objetivo de avanzar con celeridad y que el próximo presidente de Colombia, cualquiera que sea, pueda continuar por esa línea con buenas posibilidades de éxito.
Sin embargo, en forma inmediata, Colombia tiene que empeñarse en trabajar de manera más eficaz para garantizar la seguridad en la frontera. Debe coordinar con Ecuador una estrategia que neutralice al grupo del Guacho y a los demás delincuentes que se lucran del narcotráfico en esta zona limítrofe, y que hacen que poblaciones del departamento de Nariño, como Tumaco, sean hoy el epicentro de dicha actividad ilícita. Es lógico que el gobernante del vecino país se sienta con la responsabilidad de evitar que el conflicto se traslade a su territorio.
Es muy importante que, como ocurrió el pasado viernes, entes continentales como la Organización de Estados Americanos (OEA) analicen la situación de violencia en la frontera y ayuden a encontrar fórmulas que eviten que se pueda agravar. La idea es bloquear el surgimiento de hechos como los que padece la región del Catatumbo, en el Norte de Santander, donde alrededor de los negocios ilegales estalla una guerra territorial entre el Eln y el Epl que pone a los campesinos de la región en medio del fuego cruzado. En ambas fronteras debe haber una presencia decisiva de las Fuerzas Militares colombianas, en búsqueda de proteger la vida de los civiles que nada tienen que ver con esa guerra entre mafias.
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