La principal enseñanza del Día sin carro y sin moto de la semana pasada, a la luz del estudio realizado por Corpocaldas que midió el impacto ambiental de la jornada, es que los actuales vehículos que conforman el parque automotor público de la ciudad tienen graves problemas de emisiones contaminantes a la atmósfera. Si bien la no circulación ese día de cerca de 140 mil vehículos particulares hizo que las emisiones de monóxido de carbono bajaran de 680 ug/m3 (día promedio) a 390 ug/m3 (el Día sin carro), es preocupante que las concentraciones de material particulado, propio del combustible diesel que usan las busetas públicas, se hayan elevado.
Si el objetivo del Día sin carro y sin moto es atacar las fuentes de contaminación del aire, el próximo tendría que hacerse sin los vehículos del transporte público que tanto contaminan y que son verdaderas chimeneas ambulantes que esparcen sus partículas contaminantes a lo largo y ancho de la ciudad, sin que se ejerzan los controles respectivos de manera estricta. Los empresarios del transporte de la ciudad tienen el deber de cumplir las normas con respecto a los límites de emisiones de sus vehículos, e inclusive no solo limitarse a ello, sino ser ejemplo del uso de energías limpias.
Así, pues, los resultados de las mediciones comparativas con respecto al Día sin carro y sin moto del pasado 19 de abril evidencian la urgente necesidad de que Manizales cuente con un sistema estratégico de transporte público en el que no solo haya garantías de calidad y eficiencia en el servicio, sino que sea amigable con el ambiente. Ahora que se cuenta con el Estudio de Movilidad para la ciudad, resulta urgente que toda decisión con respecto a ese plan involucre la variable ambiental, a la que se le dé un peso específico real. No puede haber más aplazamientos para el revolcón que se necesita en dicha materia.
En esto, el impulso al cable aéreo para tener cada vez nuevas líneas resulta fundamental, lo mismo que el fomento del uso de buses que usen combustibles menos contaminantes. Si no avanzamos en el uso del gas en forma más intensiva, o incluso en tecnologías híbridas que involucren más la energía eléctrica, jornadas como la del pasado 19 de abril no representarán mayores efectos positivos para la ciudad, sin dejar de reconocer que fue bueno ver a mucha gente caminando, un uso mayor de las bicicletas y un descenso global en los niveles de ruido.
Por otra parte, el impacto para el comercio fue negativo, debido a que ese día muchas personas prefirieron quedarse en sus casas, y solo salieron quienes tenían las obligaciones laborales o de estudio. Algunos se consuelan con que el servicio de transporte público es supuestamente mejor que en otras ciudades del país, pero el hecho de que aquí lleguen busetas que son desechadas en otras ciudades imprime un elemento delicado que debe revisarse.
Una buena manera de avanzar en serio en esta materia es hacer este tipo de jornadas cuando haya garantías acerca de que sus efectos sean positivos para todo el mundo. De lo contrario solo será un ejercicio que se queda en la superficie y que no ataca los problemas de fondo. Las buenas intenciones tienen que concretarse en hechos.
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