Donald Trump cumple hoy su primer año al frente del gobierno de los Estados Unidos, un año en el que ese país cambió radicalmente el enfoque de su liderazgo en el mundo y tiene hoy más enemigos que amigos. La particular diplomacia que practica el presidente, en la que imperan las amenazas, las palabras de grueso calibre y los largos estrechones de mano han llevado a que el país norteamericano sea visto hoy con más resquemores que antes, y que incluso globalmente se tema que un acto impulsivo de su líder ponga en peligro al mundo entero.
Desde que llegó a la Casa Blanca, Trump se ha empeñado en concretar su propósito xenófobo de sacar de los Estados Unidos a los inmigrantes que según él le estorban a la economía, y también a los que podrían significar un riesgo potencial, así sea lejano, en materia de terrorismo. También ha enfilado baterías para cortar su participación en organismos multilaterales como la ONU y la OTAN, así eso haya implicado debilitar la amistad con Europa. Su actitud ha sido poco amistosa con sus vecinos. Con Canadá en materia comercial y con México en asuntos migratorios, al punto de insistir en construir un muro que paguen los mexicanos.
Hay tensión por la decisión de Trump de trasladar su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén, y el fuego que ha echado a la hoguera en sus posiciones ante Irán y Corea del Norte, ambos países con potencial nuclear. Este es un panorama que, seguramente, se consolidará durante el 2018. Lo que sí podría tener nuevos desarrollos con impactos insospechables es la llamada trama rusa, que durante este primer año de mandato ha generado aprietos significativos para el presidente, quien todavía no logra explicar el papel del Kremlin en las elecciones que ganó en 2016.
Se le cuestiona al mandatario que gobierne, prácticamente, por Twitter, dejando escapar sus emociones de manera burda y primaria, y permitiendo que en su propio despacho reine un caos organizativo tal, que numerosos funcionarios entraron y salieron del Salón Oval durante este año, y algunos incluso hoy revelan secretos acerca de tal desbarajuste gerencial. Frente a su propio partido, el Republicano, numerosos legisladores no están dispuestos a seguirle sus caprichos y en algunos momentos clave le han dado la espalda. Es tan complejo el asunto, que Trump tiene hoy la popularidad más baja de un presidente en varias décadas, el 38%.
Pese a esta realidad, hay que reconocer que las medidas internas tomadas por Trump en materia económica, como la reducción de impuestos a los empresarios, parecen tener efectos positivos. Su discurso antiglobalización y proteccionista parece empezar a darle resultados beneficiosos a los estadounidenses, pero no es posible asegurar que sean sostenibles en el tiempo. También le ha jugado a favor su ánimo reactivador del sector del petróleo y del gas, lo cual ha coincidido con la mejora de los precios del crudo en el ámbito internacional. Además, la dinámica de Wall Street se ha incrementado, algo que parecía impensable hace un año.
Paradójicamente, ayer se debatía en el Senado el financiamiento del Gobierno, y solo hasta la medianoche había plazo para aprobar un presupuesto temporal que evitara una crisis en el Ejecutivo. El forcejeo entre demócratas y republicanos por ese motivo solo podría resolverse, aparentemente, con una contraprestación para extender el programa de protección a los dreamers (soñadores), DACA, algo que Trump no quisiera entregar. Le quedan todavía tres años al gobierno del actual presidente y, tomando en cuenta su talante, es incierto a dónde podría llegar dicha administración en los meses que vienen.
El uso de este sitio web implica la aceptación de los Términos y Condiciones y Políticas de privacidad de LA PATRIA S.A.
Todos los Derechos Reservados D.R.A. Prohibida su reproducción total o parcial, así como su traducción a cualquier idioma sin la autorización escrita de su titular. Reproduction in whole or in part, or translation without written permission is prohibited. All rights reserved 2015