La petición de Caldas para tener un aeropuerto viable no es un capricho. Las cifras dadas a conocer por LA PATRIA el pasado miércoles en las que da cuenta de cómo La Nubia arrojó pérdidas por casi $778 millones solo en el 2017, muestra que las necesidades de un campo de aterrizaje idóneo van más allá de una pista. Esto a pesar de las inversiones que ha hecho Inficaldas, propietario del aeródromo, con el fin de mejorar su competitividad, pero la realidad es que esta importante pieza del desarrollo no logra superar sus problemas.
El asunto es serio. Pues en los últimos cinco años siempre ha arrojado pérdidas, las más altas el pasado y las menos graves en el 2014, cuando la cifra negativa apenas llegó a $25 millones. En el resto, siempre fueron cifras dramáticas, que en el acumulado simple, sin indexaciones, llega a $2 mil 227 millones, una cifra considerable para la cantidad de necesidades de un departamento como el nuestro. Parece que las razones son una sumatoria, desde el desorden en los arriendos de los locales comerciales que allí se establecen o de los hangares o de la falta de cobros en el parqueadero, hasta los continuos cierres del aeropuerto por razones del clima o por otras, que siempre traen inconvenientes. El año pasado se canceló el 30% de los vuelos.
Parte del problema pasa porque hoy los aeropuertos en el mundo son pensados como grandes centros comerciales, en donde hay espacio para las ventas de productos y se hacen atractivos para ser visitados no solo por los viajeros y sus acompañantes, sino por ciudadanos que desean ir allí a gozar de otros planes. En este momento se hacen inversiones importantes en el aeródromo, tanto en asuntos de seguridad aérea, como es el reparcheo de la pista, y en adecuaciones a la edificación que alberga las aerolíneas y los locales, pero sigue siendo poco atractivo como para que otras personas que no tengan que ir hasta allí piensen que puede ser un buen plan visitarlo, incluidos los vecinos, un público potencialmente atractivo.
La mala administración del aeropuerto en los últimos años tiene que corregirse. El nuevo administrador del aeropuerto, Alejandro Motato Flórez, quien se posesionó el pasado viernes, ojalá responda al enorme reto que tiene por delante, y debe empezar por insistir en la necesidad de conseguir el mayor número de ayudas tecnológicas posible para que el cierre sea menor al que se presenta hoy, con lo cual dará una mayor posibilidad de que el viajero pueda llegar a su destino y esta confianza se tiene que traducir en más personas viajando por aquí, como lo hacen hoy las dos aerolíneas que prestan el servicio a Bogotá y Medellín.
Hay quienes han afirmado que no se justifican inversiones en el aeropuerto La Nubia si se sigue pensando seriamente en Aerocafé. Nada más alejado de las necesidades que tiene Manizales. Si se trata de radioayudas o equipos tecnológicos estos deberán servir en un nuevo sitio en donde se requieran. Además, La Nubia es una certeza hoy y debe buscarse la manera de que preste el mejor servicio a sus usuarios, que sea un aeropuerto competitivo y no un desangre a las finanzas del departamento. No se puede dar el lujo de estar perdiendo tanto dinero año a año. La tarea es ardua, pero hay que acometerla.
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