El Gobierno Nacional, por boca del ministro de Hacienda Mauricio Cárdenas, ha dicho que pretende llevar al Congreso en los próximos días un proyecto que busca quitarle tres ceros al peso, con lo que las denominaciones de los billetes y, en general, toda la contabilidad y transacciones de la economía se simplificarían al tener menos dígitos los números.
La idea, que es respaldada por el Banco de la República, tendría dos efectos positivos. El primero, el de la simplificación y ajustar nuestro peso a equivalencias más cercanas al dólar, que es por excelencia la moneda de referencia para nuestras transacciones en el exterior. El segundo, no menos importante, es dejar sin valor, o al menos con mayores dificultades para usarlos, muchos billetes de procedencia ilegal, que bien están en caletas que no se han descubierto, o que poseen por millones quienes se dedican a actividades ilícitas.
Según algunos estimativos, el costo del cambio sería de $400 mil millones, valor nada despreciable, que corresponde primordialmente a la emisión de nuevos billetes y monedas, más los ajustes que deben hacer todas las personas en su contabilidad. En ese sentido, es lamentable que tan solo dos años después de tener toda una nueva serie de billetes del Banco de la República, así en ellos los números estén en parte en letras, lo ideal hubiera sido entonces un cambio definitivo.
El nuevo valor de la moneda no significa que se revalúe el peso. La fortaleza de una divisa no la define el cambio nominal por una moneda dura, como el dólar, sino la solidez de la economía que la respalda. En ese sentido, por ejemplo, el yen japonés del cual hay que entregar 110 para recibir un dólar, no es menos fuerte que un bolívar oficial venezolano, del que dice el gobierno de ese país, con 10 se recibe un dólar.
Con los nuevos billetes regresarían los centavos, y como las monedas actuales tienen todavía una larga vida útil, las nuevas que se acuñen tendrán que convivir con un tiempo más prolongado con las anteriores. Habrá entonces en los primeros meses del cambio, mientras la gente se acostumbra a usar billetes y monedas viejas y nuevas simultáneamente, algo de confusión, por lo que el cambio tendrá que ser muy bien explicado y difundido de manera amplia.
Es el momento de replantear la circulación de billetes de alta denominación, como los de $100 mil pesos que se lanzaron hace poco tiempo, que aunque se ven poco, no se recomiendan porque estimulan las economías ilegales y la evasión de impuestos. Lo ideal es que haya cada vez más bancarización en todas las transacciones, y para ello que se eliminen impuestos antitécnicos como el 4 por mil.
Colombia tiene hoy una economía estable, con una inflación baja y controlada, con tasas de interés que podrían ser menores, pero que se han ajustado a niveles tolerables, por lo que el cambio no debe traer ningún traumatismo. Es más una medida que facilita las cuentas y que simplifica las transacciones.
En adelante los millonarios serán muchos menos, pero el efecto sicológico sobre los precios y el consumo también puede ser positivo, pues en apariencia todo valdrá menos y la tentación será a comprar más. A eso también habrá que acostumbrarse, pues no pasará de ser un efecto transitorio.
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