Las autoridades británicas confirmaron ayer que el terrorista que asesinó a tres personas, entre ellas a un policía, en el centro de Londres el pasado miércoles, era un hombre de 52 años nacido en Inglaterra, identificado como Khalid Masood. Poco antes de que el nombre fuera revelado el Estado Islámico (EI) se había atribuido la autoría del ataque, en el que también resultaron heridas 40 personas en las afueras del palacio de Westminster, donde funciona el parlamento del Reino Unido. 29 de los heridos siguen en hospitales y 7 de ellos se encuentran en estado crítico.
El hombre, con antecedentes de delitos comunes, resultó abatido por la fuerza pública, en su intento por evitar que el sujeto agrediera a más personas. De acuerdo con la primera ministra británica, Theresa May, Masood estuvo hace años en el radar de los servicios de inteligencia por sus vínculos "extremistas", pero según la policía no había ningún indicio de que pudiera estar planeando un atentado terrorista. Actualmente investigan el círculo próximo del atacante, sus viajes pasados, sus comunicaciones y su actividad en Internet, para ver si hay conexiones con otros hechos pasados o posibles futuros. De hecho ya fueron detenidas 8 personas que podrían estar ligadas a la organización terrorista en ese país.
Su forma de actuar, con un vehículo a gran velocidad atropellando personas, tiene una gran similitud con los hechos de Niza (Francia), donde un hombre que también pertenecía al EI arrolló el año pasado a varias decenas de personas. Como frente a las demás acciones de esa organización terrorista, los hechos de Londres causan el más enérgico repudio mundial. La comunidad internacional debe actuar con total vehemencia en perseguir a los líderes del yihadismo en todo el mundo, quienes han demostrado que cada vez quieren ejecutar actos más deplorables y bárbaros.
La situación, desde luego, ha sido aprovechada por los ultraderechistas para justificar sus actitudes xenófobas e impulsar sus propuestas discriminatorias en contra de los inmigrantes que llegan a Europa desde Asia y África, como única esperanza de recomenzar sus vidas alejados de la violencia. Ante este tipo de declaraciones oportunistas y odiosas, el mundo también debe expresar su rechazo al terrorismo, pero al mismo tiempo su voz de protesta ante quienes quieren echar más fuego a la hoguera, dándole la razón incluso al presidente estadounidense, Donald Trump, de perseguir a quienes no nacieron en ese país.
Por el contrario, es el momento de exaltar los valores de la libertad, de la democracia, del respeto a los derechos humanos y de la libre expresión que han caracterizado a Occidente, y de no permitir que los terroristas nos lleven a hablar su mismo lenguaje de violencia. Tampoco hay que mostrar miedo, sino ser fuertes e inteligentes para seguir la pista de quienes quieren desestabilizar el mundo, atacando lugares emblemáticos y en fechas significativas, pues hay que recordar que el terrible atentado en Bruselas, hace un año, fue el mismo 22 de marzo. Además, hay que recordar que Londres ya había sido atacado por el suicidas del extremismo islámico en julio del 2005, cuando murieron 56 personas en un atentado en el sistema de transporte público.
Los líderes del mundo están a prueba en estos momentos, ya que es en situaciones como esta en las que se les exige que actúen con la mayor sensatez y claridad, sin permitir que intereses egoístas y mezquinos se impongan sobre las más altas aspiraciones de la humanidad de vivir en paz.
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