Todas las ineficiencias del Estado se combinaron en Potrerillo, en la vereda Kilómetro 41 de Manizales. Un predio que pertenecía al narcotraficante Roberto Escobar Gaviria, alias el Osito, que intervino el Estado para hacer proceso de extinción de dominio. Entre tanto, la entregó a particulares para su explotación y, como sucede con tantos bienes que entraron en procesos como este, no tuvo los controles ni las exigencias necesarias, por lo que terminó favoreciendo a esos particulares y nada para las arcas estatales. Incluso las polémicas no faltaron por posibles desmanes en su manejo. El predio quedó abandonado y personas de la zona y de lugares aledaños decidieron invadirlo hace cinco años. Algunos afirman que ejercieron un derecho, porque una persona les había pedido dinero para entregarles lotes, y otros dicen que simplemente se sumaron al proceso de invasión. Desde entonces ni el Gobierno local, ni el nacional han puesto cartas en el asunto.
La primera ineficiencia del Estado se dio por cuenta de la falta de debido cuidado de un predio que quedó a su cargo. Es la historia de la Dirección Nacional de Estupefacientes y de las entidades que le siguieron después, sin que hasta ahora se haya encontrado una solución. Así fue como un predio productivo, en una zona en la que podía irrigar riqueza generando puestos de trabajo se convirtió en un lote prácticamente abandonado y, al parecer, aprovechado por algunos personajes para ejercer corrupción, ofreciendo lo que no les pertenecía. Una práctica que fue muy común en Manizales en los años 70 y 80, a veces de la mano de dirigentes políticos.
Luego llegó la invasión en la misma forma en que se dan otras: sistemáticamente una noche llegan allí cientos de personas con materiales y se apoderan de un lote que no les pertenece para construir sus viviendas. Esto no sucede por generación espontánea como se quiere hacer ver. Todo lo contrario, aquí hay intereses a los que es difícil llegar, y muchas personas con la necesidad de hacerse a una vivienda aprovechan esta circunstancia para ver si pescan en río revuelto y en ocasiones, como esta, parece funcionarles. El Estado no solo permitió que se extendiera en el tiempo esta invasión, que se dio en una hectárea de las cinco que tiene Potrerillo, sino que luego atendió con servicios públicos y con campañas para mejorar la calidad de vida de los habitantes que allí se encuentra. Otra ineficiencia del Estado, ¿si puede brindar este tipo de soluciones, por qué tiene que esperar a que se den vías de hecho para conceder esos beneficios a personas que los necesitan?
Ahora se estudia si se pueden escriturar los lotes a los invasores, petición que han hecho desde el momento mismo en que invadieron. El alcalde los apoya, dice que no va a exponer una situación de orden público, que es en lo que terminaría un posible desalojo a estas alturas. El problema es que se sienta un precedente, el peor de todos, se concederá la propiedad a invasores y eso podría motivar nuevas invasiones allí, en las cuatro hectáreas que aún quedan o en otras propiedades. Potrerillo es el mejor ejemplo de las ineficiencias del Estado y así sigue pagando sus consecuencias, ojalá no sea un precedente de otras ineficiencias.
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