"Más allá de ideologías se transita por el camino correcto". Así lo dice el editorial que saca conclusiones sobre el informe Forensis, que trae toda la información sobre violencia en Colombia, referente al año pasado. Y lo dice en torno al conflicto armado en Colombia, de cómo en 15 años, en desarrollo de este se redujeron en 2.500 las muertes, al pasarse en el 2002 de 2.713 a 210 el año pasado. Y es importante esta conclusión en un país polarizado entre quienes creen que fue mejor el proceso de paz con las Farc que el proceso con las Auc o al contrario. Al final lo que se demuestra es que cualquier salida negociada es buena para el país y lo que se ganan son vidas de colombianos.
Aunque en ambos procesos no se puede hablar de una paz perfecta, pues son muchos los vacíos dejados, es evidente que estos no alcanzan a empañar los logros, que son ventajosos de lejos. No obstante, lo que permite ver esta realidad es que las violencias de Colombia son de distintas procedencias y ya no se le puede endilgar los altos índices de estas al conflicto armado, que por muchos años lo que hizo fue ocultar precisamente esa triste realidad. Por eso las soluciones no están solo en firmar acuerdos de paz, sino en lograr un cambio profundo como sociedad y esto no se produce por generación espontánea. Para esto se requieren políticas públicas.
Durante la presentación del informe la semana pasada, el director de Medicina Legal, Carlos Eduardo Valdés, atribuyó a la intolerancia buena parte de los males que sufre el país en materia de violencia: intrafamiliar, contra las mujeres, en la inseguridad ciudadana, en la riña callejera. Claro que es una razón poderosa, pero si nos metemos en honduras, la intolerancia es la reacción al momento, porque lo que hay en el fondo es la ignorancia, esa capacidad de ponernos violentos y no medir consecuencias, de querer solucionar las cosas a los golpes o a la puñalada, como si fuéramos incapaces de resolver los problemas por las vías civilizadas. Esto nos deja en el mismo plano de los bárbaros.
Así las cosas. Nos queda es la tarea de reflexionar como sociedad cómo es que vamos a salir de esta circunstancia de país violento en un continente violento. Latinoamérica supera por mucho a las naciones en donde más se usa la violencia. Y, contrario a lo que muchos justifican, está demostrado por estudios neurocientíficos de los últimos años, que el hombre tiende a la empatía mucho más fácil que a la violencia. No se trata de genética, tampoco de un sino trágico con el que debemos cargar. Para nada. Lo que se requiere es ver cómo todos creamos una sociedad pacifista.
Pueblos que fueron violentos en el pasado han demostrado con el paso de los años que son capaces de superarse a sí mismos y ser ejemplo para el mundo en pacifismo. El pueblo de Suecia permaneció en guerra durante siglos y celebró el año pasado 200 años de paz, buena demostración de que es posible. Así que la solución depende de que nos demos cuenta que reaccionar con violencia es un problema. Seremos un país mejor en la medida en que solucionemos los conflictos por las vías pacíficas y entendamos que si bien se ha logrado mucho en la reducción de homicidios en los últimos años, si no somos conscientes de que para alcanzar un ideal de sociedad tolerante, depende de todos y de que el Gobierno emprenda políticas públicas para promoverlo.
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