Tras 12 años en la Presidencia de Cuba, Raúl Castro se retira y deja al frente de los destinos del país a Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, de 57 años, elegido con los votos del 99,83% de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en la que el Partido Comunista es mayoría casi unánime. No es descabellado afirmar que el parlamento cubano se limitó a seguir la instrucción dada por Castro, de 86 años, de apoyar a su primer vicepresidente para sucederlo. Parece que solo será más de lo mismo bajo un nombre diferente.
Desde cuando el hermano de Fidel Castro, quien estuvo al frente durante cerca de 45 años, empezó a hablar de la transmisión de poder, el nombre de su pupilo se consolidó como su remplazo más seguro, debido a su lealtad a lo que llama los logros de la Revolución y a los Castro, que completaron poco más de 59 años al frente del gobierno cubano. Se cuestiona mucho el significado del supuesto cambio en la cúpula, porque finalmente no habrá ningún cambio, y surgen inquietudes alrededor de las reformas de fondo necesarias en lo que ha sido el régimen en la isla.
Evidencias que parecen darles la razón a quienes piensan que todo seguirá igual parten del hecho de que Díaz-Canel haya encabezado una lista única, la cual logró el respaldo de 603 de los 604 miembros del parlamento. Eso quiere decir que tendrá que lidiar con la presión permanente de su partido para que no se salga de los parámetros impuestos desde 1959 por el fallecido Fidel y seguidos por su hermano Raúl. Es así como las medidas para modernizar ese país no tendrán mucho apoyo, y el propio presidente no parece tener intenciones de abrirse más a la inversión extranjera y modificar ese régimen tradicionalmente hermético a la democracia.
El hecho de que esta transición sea parcial, al mantenerse Castro como el más alto directivo del partido y el comandante jefe de las Fuerzas Armadas, es muestra de que solo se trata de un mínimo maquillaje, un vestido nuevo para el mismo maniquí. Es una sucesión de mando programada en la que toda la cúpula del partido solo tiene en mente defender su ideología gastada. Todo esto se da de manera paralela a la consolidación de la posición del presidente estadounidense, Donald Trump, de alejarse de los avances que había logrado Barack Obama, para superar el conflicto de décadas con la isla, y motivarla a dar un paso definitivo hacia la apertura.
Tampoco se espera que la situación de irrespeto a los derechos humanos tenga modificaciones, en un país en el que se restringe la libertad de expresión y se convierte a los opositores en delincuentes. Un video en el que se observa al nuevo mandatario abogando por cerrar medios de comunicación independientes y señalando a embajadas europeas de impulsar la subversión en contra de la revolución, son elocuentes acerca de sus enfoques en dichas materias.
No hay que perder totalmente la esperanza. Cuando Díaz-Canel habla de actualización del modelo económico cubano no se entiende muy bien a qué se refiere, pero ojalá que eso redunde en el bienestar de un pueblo que carece de libertades y se ve obligado a sobrevivir con un salario de hambre y sin posibilidades de tener iniciativa privada para mejorar sus ingresos. Además, ante la situación que sufre Venezuela, las ayudas que la isla recibía en el pasado en petróleo se han recortado, y sin los patrocinadores de antes el gobierno cubano tendrá que ser creativo para no terminar de hundirse en una crisis aún más profunda.
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