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El atentado del pasado sábado en el Centro Comercial Andino de Bogotá no puede llevar al país a los escenarios de miedo que caracterizó el final de la década de los 80 y principios de los 90, cuando las bombas del narcotráfico sacudieron a la capital del país en diversas ocasiones. Es un acto cobarde que tiene que ser repudiado con toda energía por todos los colombianos y que necesita una reacción contundente de las autoridades para llegar al origen de este cobarde acto terrorista y evitar que esta clase de hechos vuelvan a surgir.
Ayer la Fiscalía General de la Nación reveló los retratos hablados de dos hombres que fueron vistos merodeando cerca del baño de mujeres del segundo piso del centro comercial, en el cual fue puesta la bomba, y que causó la muerte de tres personas (Julie Huynh, Ana Gutiérrez y Lady Jaime) y heridas a otras ocho. Con imágenes captadas por las cámaras de seguridad del centro comercial se busca cotejar los movimientos de tales individuos y confirmar su responsabilidad. El presidente de la República, Juan Manuel Santos, aseguró también que hay indicios muy claros que apuntan a los autores del ataque.
Mucho se ha especulado acerca de los presuntos perpetradores, y se ha mencionado desde la guerrilla del Eln y el Movimiento Popular Revolucionario (MPR), hasta las bandas criminales como el Clan del Golfo y las Autodefensas Gaitanistas. Los dos primeros, que se han caracterizado por usar explosivos en numerosos ataques en diversos puntos de Bogotá, salieron rápidamente a condenar los hechos y a asegurar que nada tienen que ver con este episodio. Si bien su actitud esta vez es diferente a la de ocasiones pasadas, eso no los exime de continuar entre los sospechosos.
Los que no se han manifestado son las otras dos organizaciones delictivas, conformadas principalmente por exparas, dedicadas al narcotráfico y a las que el Gobierno Nacional les ha asestado duros golpes en los meses recientes. Por eso es que sus líderes, de acuerdo con diálogos interceptados por las autoridades, vienen planeando acciones terroristas en centros urbanos importantes como Medellín y Bogotá. Son ellos mismos los del famoso plan pistola en contra de agentes de la Policía, muy al estilo del cartel de Medellín en su época, liderado por Pablo Escobar.
Lo cierto del caso es que este tipo de acciones desestabilizan el país, justamente cuando se cumple el paso definitivo de desarme total de las Farc. Se genera un ambiente de incertidumbre que debería ser rechazado por todos los colombianos, pues se está jugando con las posibilidades de esperanza y optimismo que podría hacer que el panorama del país mejore. Por eso, como lo hemos hecho ante los ataques terroristas que ha sufrido Europa en semanas recientes, y ahora con más razones, pedimos que no nos dejemos amilanar por tales acciones cobardes y oportunistas. El Estado no puede bajar la guardia ante esta embestida violenta y reaccionar con determinación y contundencia.

A propósito de Europa, es lamentable que una ciudadana francesa que desarrollaba comprobadas obras de impacto social en el sur de la capital haya caído entre las víctimas mortales. Eso afecta de manera grave la imagen del país, cuando cada día se incrementa la llegada de turistas extranjeros que quieren conocer los innegables encantos de Colombia, ahora con menos restricciones debido al acuerdo de paz con las Farc. Tiene que hacerse un gran esfuerzo para no retroceder en el ambiente de tranquilidad que hemos ganado y garantizar la seguridad de quienes nos visitan. Por eso también es lamentable y censurable el secuestro de dos periodistas holandeses en el Catatumbo, al parecer por el Eln. Su pronto regreso sanos y salvos es un imperativo.