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1,8% fue el crecimiento de la economía colombiana durante el 2017, de acuerdo con el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Era un resultado esperado e inclusive algunos analistas vaticinaban cifras peores, dada las circunstancias que rodearon el entorno económico desde el 2016, sobre todo por el comportamiento de los precios del petróleo y de las demás materias primas, lo que no solo golpeó nuestra economía sino a todo el mundo. Para este año se cuenta con la esperanza de un crecimiento mayor, que permita pensar en que los enormes desafíos en desarrollo social, lucha contra la pobreza, mejora de la educación y la salud y generación de empleo formal podrán avanzar de manera franca.
No obstante, para que los efectos del crecimiento económico se noten y tengan expresiones reales se necesita crecer a tasas por encima del 5% anual, lo que no se ve que pueda ocurrir con prontitud, pese a los esfuerzos del Gobierno Nacional y de los empresarios para mover más la economía. Se requiere un trabajo de equipo para que, superada la coyuntura de la crisis petrolera, y habiendo logrado una mayor diversificación de las fuentes de ingresos, se tengan proyecciones más rápidas y eficientes en el camino del crecimiento. No podemos contentarnos con decir que estamos entre las economías más estables y dinámicas de América Latina, sino que tenemos el deber de demostrar que somos capaces de competir con nosotros mismos.
Sin duda, la reforma tributaria del año pasado se quedó corta y se desenfocó de los objetivos planteados, y al gobierno que llegue el próximo 7 de agosto le corresponderá impulsar cambios significativos en el esquema de los impuestos y adoptar medidas económicas que fomenten la creación de puestos de trabajo y consumo interno, además de la llegada de capitales internacionales de inversión. También debe leer muy bien las razones por las que el sector agropecuario (4,9%), los servicios financieros (3,8%) y los servicios sociales, comunales y personales (3,4%) hayan sido los puntales del crecimiento, y de qué manera puede no solo consolidar estas tendencias, sino impulsar los otros sectores para que también crezcan a buen ritmo.
Hay indicadores que muestran la posibilidad de alcanzar crecimientos mayores y que dan pie para que haya confianza y optimismo económico. Son los casos de la inflación, que ya se ubicó en los niveles ideales establecidos por el Banco de la República, y de las tasas de interés, que ahora son mucho más competitivas. Tal panorama, frente a la realidad de unos efectos ya superados de la reforma tributaria, hace pensar que el comercio, la industria, la construcción y la minería podrían jugar a favor de una mejora. En el entorno industrial es fundamental que se trabaje en el fortalecimiento de las estrategias de exportaciones no tradicionales, sobre todo porque es necesario desligarse de la gran dependencia que tiene nuestra economía de las cotizaciones del petróleo.

Se espera que el fomento de construcción de vivienda, impulsado por el Gobierno, así como la dinámica creciente en la construcción de grandes obras de infraestructura, logre imprimir dinámicas de largo aliento que lleven no solo a crecer 2,7% en el 2018, sino llevar a crecimientos mayores en los años venideros. Eso es algo que necesita el país para reactivarse y avanzar por la senda de la prosperidad. Ojalá tenga razón el Fondo Monetario Internacional (FMI) que prevé un crecimiento de la economía colombiana del 3% este año, poniéndola en la vanguardia del continente. Si eso se da, el mismo optimismo que ello generaría impulsaría de manera fuerte el crecimiento del PIB nacional en el futuro. El hecho de que la economía mundial también esté en recuperación favorecerá el cumplimiento de tales metas.