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¿Puede haber microtráfico sin narcotráfico? Partimos de esta inquietud para llamar la atención de ese discurso que toma forma en la voz de las autoridades locales por todo el país, echar la culpa de todos los males al microtráfico, con lo que parecen cumplir una doble función: la primera, usar un elemento compositivo como micro-, que significa algo minúsculo, muy pequeño, con lo cual se le resta importancia a un hecho grave, que las calles se inundan con este delito. La segunda es tener un enemigo no muy concreto para responsabilizar de los males que se puedan presentar: riñas, homicidios, altos consumos de droga, agresiones a la Policía.
Hace dos semanas se realizó un operativo en Chinchiná (Caldas), que dejó al descubierto buena parte de cómo funciona este fenómeno, ya nada nuevo, y que permea todas las estructuras: alias Cocacola, delincuente de marca mayor, presente en todos los problemas de seguridad que han atravesado a esta localidad en los últimos 20 años, retoma su accionar delincuencial cuando sale de la cárcel. Para ello cuenta con la cobertura que le dan cuatro policías que se vuelven sus cómplices. Y para completar, el secretario de Gobierno del Municipio era el encargado de cubrir toda la operación, el responsable de la seguridad de los chinchinenses.
¿Qué pueden esperar los ciudadanos de la autoridad, si se encuentran con realidades como esta? ¿Qué están haciendo la Policía como institución, la Alcaldía de Chinchiná, la Gobernación de Caldas para demostrar que esas eran solo manzanas podridas y no que es un actuar generalizado? Y llamamos la atención con énfasis sobre este asunto, porque se entienden las razones por las que la ciudadanía no confía en las autoridades en muchos casos. Antes, en un operativo en el Valle del Cauca habían sido capturados otros policías, también involucrados con microtráfico de drogas y enlazados con Cocacola. Y se recuerda la olla que tenía todo un grupo de uniformados en la zona del Bronx en Bogotá, en la que estaban involucrados hasta oficiales de ese organismo. La Policía tiene la responsabilidad de ganarse esa confianza de nuevo y para ello tendrá que ser mucho más severa con sus manzanas podridas y más rigurosa en la selección de su gente y en los controles que les realizan.

El microtráfico no puede seguirse tratando como si fuera un hecho aislado, forma parte del narcotráfico. Es la manera como consiguieron los capos apoderarse del negocio en las ciudades, en los municipios y hacer de Colombia un país cada vez más consumidor y no solo un productor. Es también la manera en que se evade el problema tan serio que se está teniendo y que lleva al Gobierno a tomar medidas que parecen desesperadas, pero a nuestra manera de ver, desacertadas, se centran en el consumo, cuando lo que se tiene que atacar es al productor. Ya pasaron dos años desde cuando se hizo el espectáculo mediático de que se acabarían las ollas de las ciudades, pero más se tardaron en irse los policías y los funcionarios, que el negocio ilícito en retomar el control. Eso es lo que ha sucedido en Chinchiná por años, como en muchos otros lugares. Así que es hora de atacar de frente el negocio y dejar de llamar micro a los problemas macro.