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No es la primera vez que Manizales atraviesa por crisis complicadas debido al impacto de fenómenos naturales que en diversas ocasiones le han puesto trabas a nuestro desarrollo. Por fortuna, siempre tales obstáculos han sido interpretados como momentos oportunos para buscar salidas y construir nuevas realidades que hagan posible un futuro mejor. La emergencia invernal en la que nos encontramos y que en la noche del martes y amanecer del miércoles pasados cobró la vida de 17 personas, corresponde a una nueva coyuntura que nos tiene que invitar a pensar en una recuperación que sea motor del optimismo en la ciudad.
Ya el Gobierno Nacional se ha comprometido a prestar un apoyo significativo a Manizales en las difícil tareas de la recuperación. El hecho de que la ministra de Vivienda, Elsa Noguera, se haya comprometido a impulsar la construcción de cerca de mil viviendas en el sector de San Sebastián para llevar allí no solo a las familias damnificadas, sino a las que permanecen en zonas de alto riesgo de deslizamientos, es una noticia muy importante que va a impactar de manera favorable no solo en la calidad de vida de estas personas, sino en la economía y el desarrollo mismo de esta capital.
A los manizaleños, a través de los recursos que aporte la Administración Municipal, nos corresponderá también ayudar a que las zonas que fueron afectadas esta vez por lluvias que sobrepasaron los niveles históricos, empiecen a surgir de nuevo. Con el liderazgo de la Alcaldía tiene que construirse un muy detallado plan que contemple inversiones en el mediano y en el largo plazo para avanzar en el blindaje de las viviendas y la infraestructura básica de la ciudad, y poder así enfrentar con fortaleza fenómenos naturales en el futuro sin sufrir demasiado.
Hoy debemos ser conscientes de que el impacto del enorme aguacero fue tal que de no haber sido porque Manizales lleva cerca de 30 años construyendo obras de estabilización y trabajando fuertemente en temas de prevención de desastres, el caos hoy sería total. Esas obras han demostrado que sirven y evitan tragedias, pero hay más lugares vulnerables que deben ser intervenidos para frenar las posibilidades de daño en el futuro. El caso de los alrededores del Cerro de Sancancio merece atención especial y medidas que sean efectivas en el largo plazo.
Para Manizales ha sido positivo contar con un Plan de Gestión del Riesgo que ha sido modelo inclusive para otras ciudades y países. Eso le ha permitido mitigar el impacto del invierno, pero esta semana se demostró que siempre hay la posibilidad de quedarse cortos y que debemos ser más exigentes para resistir de mejor manera los problemas que nos plantea la naturaleza. Por eso en el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), que debe presentarse próximamente al Concejo Municipal se debe avanzar en lograr equilibrios ambientales y limitar la expansión en lugares con riesgos potenciales. El Cambio Climático es una realidad, y es posible que en el futuro ocurran situaciones similares que nos sigan demostrando nuestras vulnerabilidades, y por eso los retos que tenemos en esta materia son enormes.

De manera muy positiva se ha visto esta semana en la ciudad una explosión de solidaridad con los damnificados que tiene que ser resaltada. Las personas afectadas han sentido ese calor de sus coterráneos, lo que permite pensar de manera muy optimista en el porvenir de Manizales. No obstante, lo ideal es poder extender ese sentimiento de la coyuntura actual hacia los nuevos desafíos que debemos afrontar como ciudad, y en ese sentido es necesario seguir haciendo esfuerzos ciudadanos para garantizar que ningún manizaleño viva en zonas de riesgo, en las que sus vidas están en permanente peligro.