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Las volteretas de los políticos no deberían sorprender a nadie a estas alturas, cuando es creciente la manera como hacen sus componendas con el único fin de garantizar su supervivencia. Parte de esta situación es la que conduce a que sucedan cosas como que el Partido de la Unidad Nacional haya sido creado por Álvaro Uribe Vélez, luego haya sido la punta de lanza del gobierno Santos, sobre todo en defensa de los acuerdos de paz, y ahora resulta que es aliado del presidente Iván Duque, quien llegó a ese cargo, en buena parte por enarbolar la discusión contra esos mismos acuerdos que permitieron cerrar un conflicto de medio siglo con las Farc.
El cambio en el estatuto de los partidos y de la oposición empieza a estrenarse con la definición esta semana de los diferentes partidos que se encuentran representados en el Congreso de la República de hacer pública cuál va a ser su posición frente al Gobierno de turno, y en ese sentido deben definir si serán oposición, si harán su trabajo desde la independencia o si van a ser parte de la coalición gobernante. Esto busca que se transparenten las relaciones, por supuesto en la teoría, pero otros temen que aun así haya incoherencia en sus decisiones, toda vez que se sabe que la política en Colombia sigue siendo una transacción, en la que se busca una ganancia a cambio de respaldos. El nuevo mandatario se ha comprometido a que esto no va a ocurrir. Ya veremos.
La mejor manera de devolverle la credibilidad al sistema político y de reducir el riesgo de corrupción es con relaciones claras, transparentes, por encima de la mesa entre los congresistas y el ejecutivo. Que cumplan, como casi nunca sucede, con la verdadera independencia de los poderes públicos, al estilo del diseño trazado por Montesquieu. Para eso deben dejar de lado el "yo te apruebo tú me nombras a un amigo o me das unas partidas para que yo pueda lucirme en mi región", de lo que forman parte los viejos subsidios parlamentarios hoy reconvertidos en cupos indicativos, por ejemplo. Estos se han prometido una y otra vez que no volverán, pero vuelven una y otra vez con nombres distintos.
Al final, el pulso de fuerzas quedó así definido para los próximos cuatro años: Centro Democrático, Partido Conservador, Partido de la U, MIRA, Colombia Justa Libres y Opción Ciudadana. Independientes se declararon Cambio Radical y el Partido Liberal, mientras que en la oposición estarán la Alianza Verde, el Polo Democrático, Farc, los llamados Decentes, MAIS y AICO. Al estrenarse este sistema, seguramente en el camino se tendrán que ajustar muchas cargas y ojalá el experimento resulte para bien de la democracia.

De esta manera, los votos del Partido Liberal y de Cambio Radical juntos podrán inclinar la balanza en muchos proyectos a favor o en contra de las ideas que tenga el Gobierno. Ojalá que las decisiones se tomen por criterios políticos, jurídicos y que las negociaciones se hagan con sentido patriótico y no por apetitos burocráticos o personales. Es lo que se espera de una democracia. Hacer de esta algo que valga la pena proteger es tarea de todos y empieza por quienes nos gobiernan. Qué bueno que así se entendiera.