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Chocó y Buenaventura son la muestra palpable de la combinación de fenómenos que terminan afectando a sus habitantes: olvido y debilidad institucional del Estado, dirigencia con una larga historia de corrupción, ciudadanía débil y fenómenos criminales que empiezan a copar espacios. No son los únicos lugares en los que se retrata esta situación, pero se llama la atención sobre ellos en este momento, precisamente por los paros cívicos que adelanta allí un sector de la ciudadanía para reclamar ante el Gobierno Nacional por el incumplimiento de las promesas.
Una espiral repetitiva se presenta en estas ciudades. El paro, la promesa, el incumplimiento y se vuelve a empezar. Esto sucede desde hace mucho tiempo, desde que el entonces periodista Gabriel García Márquez se inventó un paro que no existió en Quibdó, pero que terminó siendo importante no solo por la fuerza de su pluma, sino porque era necesario que hubiera atención a sus pobladores. Pasan los años y las carreteras para llegar a estos sitios siguen siendo inciertas, los servicios públicos son menos que precarios y sus ciudadanos tienen por qué sentirse tratados por el Estado como de segunda.
A esto se suma que buena parte de las acciones que se emprenden para mejorar la situación termina casi siempre en escándalos de corrupción. No se puede olvidar el desgreño administrativo en casos como la construcción de acueductos, en la educación con los alumnos fantasma, en el Sisbén con la presencia de personas que no lo necesitan. También están las peores formas de inasistencia estatal como que los criminales hayan podido montar estructuras del mal, como las llamadas casas de pique, una exacerbación de la violencia en su manifestación más macabra. Y, a pesar del diagnóstico, no se ve solución.
Buenaventura, por ejemplo, es el puerto más importante del país. Se ha hecho una inversión enorme para mejorar su infraestructura y recibir cada vez barcos de mayor calado, para atender en tierra la mercancía que llega de todo el mundo y para mejorar los tiempos de cargue, descargue, nacionalización y despacho, pero lo demás parece no funcionar. No puede ser que esta importante obra, que aporta al desarrollo del país no esté viendo reflejado su esfuerzo en una mejor calidad de vida para los bonaverenses. Paros como este provocan desconfianza en el entorno económico y si se desvía en actos violentos como la asonada del pasado viernes contra establecimientos comerciales, termina en que se desvíe la atención de lo importante para que se pase a la criminalización y a la militarización.

El país les ha fallado durante muchas décadas a Buenventura, a Quibdó, a Riohacha y a otra buena cantidad de pueblos y ciudades colombianos, en buena parte por cuenta de la centralización, pero también, porque cuando se han intentado ejecutar recursos descentralizados estos terminan lejos de cumplir sus objetivos. Así que se tiene que desarrollar un mejor modelo de trabajo en el que se dejen claras las prioridades, que deben pasar por la atención básica de los ciudadanos, se invierta el recurso como debe ser en proyectos viables y de impacto y que haya una apropiación de los ciudadanos para cuidar que esto se convierta en un círculo virtuoso y deje de ser uno vicioso de corrupción y desgreño. Si queremos dar el paso definitivo a un país en paz, esto pasa por un gasto social justo y eficiente.