Se acaban de declarar como zona de protección ambiental los Lagos de Taratopo en la Amazonía colombiana y esto se logró con una medida internacional, hacerlo parte del sistema Ramsar, la mayor medida que se puede tomar para cuidar lagos, ríos, acuíferos subterráneos, pantanos y manglares. Lo mejor de este proceso es que fue un esfuerzo colectivo entre las comunidades ancestrales de esa región, el Gobierno nacional y organismos internacionales como el Fondo para la Conservación de la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés).
Al entrar en la lista Ramsar este ecosistema, el Gobierno se obliga a tomar medidas especiales para lograr la protección de la fauna y flora de la región, así como para impedir que se den allí fenómenos que afecten precisamente lo que le ha valido el reconocimiento. Pero ya sabemos que las declaratorias son muy importantes para visibilizar territorios como este y para concientizar sobre la necesidad que se tiene de preservar los ecosistemas en Colombia, pero que a la hora de la práctica todo se vuelve difuso y difícil de llevar a la realidad.
Caldas, por ejemplo, tiene varios humedales de importancia, tanto en la zona alta andina, sobre todo en los páramos de San Félix y el Ruiz, como también en zonas bajas como las cercanas al río Magdalena, en el oriente. La convención Ramsar busca que los humedales, esas fábricas de agua, que cumplen el proceso de ser los riñones para el planeta, se conserven sin intervenciones y que en lugar de cercarlos se les promueva y proteja. Pero sabemos que procesos de desecación, de contaminación y de monocultivos y ganadería los siguen afectando, lo que se traduce en la merma del caudal de los ríos que nacen o se enriquecen de estos sistemas.
El país debe poner en práctica métodos que permitan proteger realmente sus recursos naturales. Lo que se intenta hacer ahora en este pedacito de la Amazonía debe servir para extenderse a todo el país. Vemos con preocupación las denuncias de deforestación en el pulmón del mundo, de lo que también llamó la atención el papa Francisco el pasado viernes en su visita a los pueblos indígenas peruanos. Para el pontífice, el que más se ha preocupado desde esa dignidad por lo ambiental, las denuncias por los abusos en ese territorio se traducen además en la muerte de defensores del planeta, cosa que sucede en los países con asiento en esa región, como Colombia.
Las declaratorias de protección, los parques nacionales y otros tantos intentos por proteger la naturaleza se toman en vano si no hay una comunidad empoderada, que entienda la importancia de preservar estos lugares, que deben ser tratados como sagrados, por ser las fábricas de agua, en tiempos en que esta empieza a percibir una amenaza real de dejar de fluir en muchas partes.
La región andina colombiana, por ejemplo, se encuentra entre las que más sufrirán por la escasez de agua en los próximos años, y hemos sido testigos de esa realidad, de ver cómo anchos ríos de hace unos años hoy apenas si se asoman en quebradas. Por eso se tienen que plantear acciones de choque que al final lo que van a garantizar es la supervivencia de los pobladores, pues de estas fábricas de agua, bebemos todos. Un gran ejemplo el que nos dan las comunidades de Lagos de Taratopo al trabajar unidas para lograr la protección de su territorio.
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