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"Cautiva de Rusia". Así llamó el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a la primera ministra alemana, Ángela Merkel, pocos días antes del polémico encuentro que el mandatario norteamericano protagonizó con el presidente ruso, Vladimir Putin, cuyo resultado dejó la sensación que es él quien se encuentra cautivo de Rusia. La ambivalencia mostrada después de haber manifestado una mayor credibilidad en Putin que en los propios organismos de inteligencia de su país, evidencia la cuerva floja por la que hoy camina, mientras que su colega ruso se observa victorioso ante el mundo.

Hay que recordar que la reunión de Helsinki (Finlandia), el pasado lunes, ocurrió luego de los desaires que propinó Trump a quienes han sido los socios naturales de los Estados Unidos, la primera ministra inglesa, Theresa May, y los demás líderes europeos que hacen parte de la OTAN. Los contrastes de su conducta, en los que se aprecia soberbia ante los que han sido amigos históricos, y la actitud pasiva y excesivamente complaciente con el que ha sido su principal rival, solo lleva a generar más fraccionamientos en el interior de la política estadounidense.

Al parecer, consciente de su cadena de equivocaciones, y al querer corregir lo que hizo mal durante su gira, ahora Trump cambia totalmente el discurso, lo que viene generando más confusión e incomodidades, sobre todo en las estructuras de su propio partido, el Republicano. Esa nueva versión, en la que responsabiliza totalmente a Putin de la llamada "trama rusa", que terminó ayudando a su elección en noviembre del 2016, lo único que hace es incrementar la desconfianza que viene cultivando. Además, contra la fuerza de las evidencias, se mantiene en que su campaña nada tuvo que ver, lo que mina cada vez más su credibilidad.

Al querer apaciguar las críticas por los vergonzosos resultados de la cumbre de Helsinki, parece estarle abriendo el camino a los líderes del Partido Demócrata para tomar ventaja en las elecciones intermedias de noviembre, cuando debe renovarse buena parte del Congreso. Lo grave para el mundo, y Colombia no puede sentirse ajena a esta realidad, es que las formas diplomáticas del mandatario estadounidense tienen efectos perversos en lo práctico. A esto se suman las decisiones aventuradas e imprudentes que impulsa con respecto a la llamada "guerra comercial" con China, por ejemplo.

Es evidente que hoy el balón del mundo está en territorio de Putin, no solo para el caso de la guerra en Siria, como fue la metáfora que usó el líder ruso ante Trump en plena rueda de prensa en Helsinki, sino también para el futuro del mundo en diversas materias. Hoy, por ejemplo, se especula en los Estados Unidos, acerca del tipo de información que puede tener Putin sobre el mandatario estadounidense, para que lo lleve a actuar con un talante tan débil y entregado. Darle tanto protagonismo al líder ruso, quien además tiene un estilo déspota y abusivo, contrario al espíritu de la democracia, resulta peligroso para el mundo.

 

Cada vez es más claro que el presidente de los Estados Unidos, quien parece tener un claro propósito de subvertir el orden mundial y crear otro a la medida de sus caprichos, sin importar que ocurra con todo lo que esté fuera de su país, también avanza en la profundización del caos interno con su ambivalencia alrededor de las investigaciones de los organismos de inteligencia sobre la intromisión rusa en su elección, algo que tiene un fortísimo impacto para la salud de la democracia estadounidense, tomada como referente por las demás democracias del mundo. La caída de ese paradigma resulta crítico para países como los nuestros, de América Latina, donde ya tenemos suficientes problemas con autoritarismos y corrupción.