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Michel Bachelet le entregó por segunda ocasión el mandato en Chile al millonario empresario Sebastián Piñera. Esta alternancia del poder entre dos visiones distintas de ver el Estado y entre las mismas personas es un ejemplo de la madurez democrática que alcanza, después de casi 30 años de que terminó la dictadura de Augusto Pinochet. Este país austral es visto como ejemplo no solo en asuntos de la democracia, sino en el manejo de su economía y es el que está más cerca de ser parte de los países del primer mundo. Se ha convertido en el nuevo rico de la región.
A pesar de las diferencias conceptuales que tienen estos dos dirigentes chilenos, de las maneras distintas que usan para gobernar, de estar acompañados de partidos que son contrarios en sus ideologías y de que se han tirado pullas y críticas por las decisiones del uno o del otro, que tienen la doble condición de ser antecesores y sucesores, avanzan en las civilizadas maneras de solucionar los problemas y de buscar lo mejor para su país. Chile es una democracia madura en donde las reglas de juego se respetan y se acatan, un ejemplo para otros países en donde la disputa política se ha tornado visceral y asunto de ataques personales y de decisiones políticas que afectan a los contrarios.
La tarea de Piñera será, como lo anunció, lograr el mayor consenso posible para recuperar el crecimiento económico y la economía en general, con énfasis en el aumento de la clase media en los últimos años, el 65 por ciento de la población. A la manera como gobernaron los primeros gobiernos de la democracia en los 90, que permitieron solidificar la ciudadanía para tener claros los mínimos sobre los que se trabajaría como país y que han permitido avanzar para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos. Además, porque ningún partido obtuvo las mayorías definitivas en el Congreso y se requerirá de muy buenas relaciones para poder avanzar en las ideas que tiene el Gobierno.
El segundo mandato de Bachelet no terminó con la popularidad del primero, a pesar de haber impulsado reformas sociales, que Piñera en una decisión de inteligencia política, ha dicho que las corregirá para mayor eficiencia, pero abandonó su discurso inicial de revisarlas completamente. De esta manera espera hacer que el país vuelva a mejorar en sus finanzas, afectadas por la caída fuerte en los últimos años del precio del cobre, el principal renglón de la economía de ese país y que hizo que en el cuatrienio anterior se llegar a los más bajos niveles en los últimos años.

Sebastián Piñera asume este mandato con críticas de sus opositores, pero con la confianza de las mayorías, en un momento en el que recuperan los precios internacionales del cobre y sin el condicionante de hace ocho años cuando lo recibió un terremoto que obligó a su Gobierno a cambiar prioridades por la reconstrucción. Es la oportunidad para demostrar que es un estadista y que la habilidad como empresario para hacer una fortuna puede ponerla al servicio de su país. Sera un líder clave, por sus experiencias, en las relaciones de la región, que viran poco a poco a la derecha, después de años de gobiernos de izquierda y reclamará de Venezuela la salida de la dictadura, pues su país está entre los preferidos de los migrantes.