Fecha Publicación - Hora

Recientemente el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, expresó en Europa que Venezuela es su “peor pesadilla”, a lo que el mandatario del vecino país, Nicolás Maduro, respondió con su acostumbrado tono pendenciero que espera que Santos viva 100 años para que tenga que soportar mucho tiempo la pesadilla de la Revolución Bolivariana.
Este anecdótico intercambio de frases coincide con el peor episodio económico que afrontan los venezolanos en décadas, al punto que por primera vez ese país deja de pagar parte de sus compromisos con la deuda externa, lo que llevó a las calificadoras de riesgo Standard & Poor‘s Global Ratings y Fitch a declarar a Venezuela y a la petrolera estatal Pdvsa en default parcial. La deuda total está tasada en la astronómica cifra de 150 mil millones de dólares. Un dato palpable de la dimensión del problema es que las reservas internacionales venezolanas llegan a solo 9 mil 600 millones de dólares, y aunque en petróleo sí tiene las mayores reservas del planeta, tener bajo tierra esa riqueza no hace hoy la diferencia.
Para la primera semana de noviembre estaban previstos pagos por 800 millones de dólares, que el gobierno no pudo efectuar totalmente, quedando un saldo de 200 millones de dólares sin cubrir. Además, en lo que resta del año le quedan compromisos por 1.400 millones de dólares, y para el 2018 serán 8 mil millones de dólares. Para tratar de paliar un poco la situación Maduro salió a buscar dinero en países que considera amigos. En China fue bien recibido pero salió con los bolsillos vacíos (su deuda con ese país es de 28 mil millones de dólares), mientras que en Rusia el presidente Vladimir Putin le tendió la mano con una reestructuración de su deuda en solo 3 mil 150 millones de dólares. Lo que a simple vista pareciera una buena salida para Maduro, podría ser un pésimo negocio para los venezolanos.
Aunque los chavistas se atrasan en el pago de sus acreencias para poder mantener los subsidios sociales y financiar las políticas que les permitan seguir aferrados al poder, la realidad es que millones de habitantes del vecino país sufren hoy una verdadera pesadilla, al no contar con productos básicos para su alimentación y tener escasez de medicamentos, lo que se agrava cada día con una hiperinflación cercana al 550% en lo que va del año, mientras que los precios del petróleo siguen bajos, golpeando las arcas estatales. Así, en el inmediato futuro no se aprecian soluciones reales a la crisis, y en los plazos mediano y largo el panorama se ve aún más oscuro. 
A eso hay que sumar las sanciones económicas adoptadas por los Estados Unidos y la Unión Europea contra Venezuela, lo que termina afectando a todos los habitantes de ese país. Lo peor es que desde el punto de vista político hoy se cuenta con una oposición debilitada y un gobierno que ha ido avanzando hacia el establecimiento de un régimen autoritario que, paradójicamente, se hipoteca a Rusia como la única esperanza de obtener recursos para tratar de sobrevivir a una crisis emanada de las malas políticas internas y los disminuidos precios del petróleo. La incertidumbre sobre las elecciones presidenciales previstas para el año entrante es total.

No es para nada halagüeño que los rusos ganen tanto espacio en el vecino país, más cuando hay evidencias de la injerencia suya en las pasadas elecciones de los Estados Unidos, y los señalamientos sobre su intervención en la crisis catalana. Pareciera ser que donde Putin ve la oportunidad de obtener provecho geopolítico se decide a ingresar, y tales cercanías resultan inconvenientes para los colombianos. Además, todo indica que en próximas semanas Venezuela caerá en default total, lo que podría llevar a embargos y mayores apretones a la economía vecina, con nefastas consecuencias para nuestro país.