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Infimanizales, entidad que nació con los dineros que dejó la venta de las Empresas Públicas de Manizales, y que en su objeto social original buscaba ser un banco de segundo piso para apalancar proyectos que le permitieran multiplicar sus activos, de tal manera que a la par de impulsar el desarrollo de Manizales transferiría ganancias jugosas al Municipio para ayudar a cumplir el Plan de Desarrollo, lentamente se ha convertido en un lastre. Para la muestra un botón: en el 2010 le entregó al Municipio $17 mil 243 millones, mientras que en los dos últimos años solo se acumulan pérdidas.

Desde luego que el problema no es solo de la actual administración, que recibió hace dos años y medio una entidad ya en serias dificultades financieras, con gran cantidad de activos improductivos que solo multiplican gastos, pero la reacción frente a este problema para sanear las finanzas y vender lo que no le aporta a la entidad no se ha dado a la velocidad que se necesita. También preocupa que, al parecer, los gastos administrativos no se compadecen con la realidad económica de la entidad, que cada vez se aprecia más lejana de los objetivos iniciales para los que fue creada.

Es cierto que, por ejemplo, lo ocurrido con la Zona Franca Andina y Procuenca, la pésima administración que ha tenido People Contact, el estancamiento del Macroproyecto San José y el statu quo en el que está Aerocafé, por ejemplo, han golpeado en forma seria a Infimanizales, pero todavía hay posibilidades de enderezar el rumbo. Si bien el Cable Aéreo no da aún los resultados esperados, es fundamental que se avance en una estrategia de ciudad, unida al recién divulgado Plan Maestro de Movilidad, para establecer por fin un Sistema integrado de transporte público que ayude a revertir esa realidad a favor de Infimanizales.

Desde hace, por lo menos, dos años se habla de una reingeniería a la entidad para salvarla, y dejar de ser la caja menor de la Alcaldía, pero pese a los esfuerzos el panorama no es promisorio. El solo hecho de que hayan pasado cerca de 15 años sin poder vender la antigua Terminal de Transportes, cuya administración anual cuesta unos $600 millones, es algo que no resulta lógico ni sostenible. Se han planteado múltiples proyectos con esa sede, pero ninguno ha prosperado, y lo que puede recuperarse con su venta ya es casi lo mismo que se ha gastado sin usarla. Se necesita una determinación urgente, pues sería mejor tener allí la sede de Infimanizales y buscar que la actual, con mayores perspectivas comerciales, pueda ayudar a recuperar en algo los gastos.

Es lamentable que hoy el flujo de caja de Infimanizales dependa de la venta de activos o de la reducción de gastos, y no de la actividad propia, que es tener rendimientos por las buenas inversiones. Ya se acumulan ventas de activos como la de los lotes de la Baja Suiza, el Frigocentro e Infotic, sin que ello haya permitido la recuperación. Ahora se anuncia la venta de más activos como un lote en el barrio Santa Ana, y otros en Santágueda y El Campín, con los que se espera tener recursos frescos por cerca de $23 mil millones.

Ojalá este plan funcione y sirva para volver a emprender un camino de inversión en proyectos rentables que aseguren recursos crecientes para el Municipio. De lo contrario, y al paso que va, de Infimanizales solo quedará el nombre y una planta de personal para sostener. Además, nos da la impresión de que la modificación de los estatutos que se hizo recientemente para poder prestar dinero a los funcionarios de la Administración Municipal y sus Entidades Descentralizadas, no solo va en contra de su misión original, sino que su impacto es mínimo frente a la reacción que se requiere.