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Colombia es un país atrasado en vías, que le dio la espalda a sus trenes y que, como si fuera poco, ha mirado con desprecio sus ríos y mares. Ni qué decir del agro, asunto de total potencial, pero en el que no hemos podido encontrar la mejor manera de hacerlo productivo y, sobre todo, generador de riqueza para sus gentes. Por todo esto resulta lamentable lo que sucede una vez más con el proyecto de recuperación de la navegabilidad por el río Magdalena. Eterniza la constante de una nación que se queda corta en las soluciones que tiene que acometer para poder avanzar en el desarrollo que necesita, si quiere realmente torcerle el pescuezo al atraso.
En el Índice Global de Competitividad que elabora el Banco Mundial, nuestro país ocupa el mediocre puesto 61 y con tendencia a agravarse tal situación. La paralización de contratos millonarios y la afectación de varias obras clave por ello nos frenan, mientras otras naciones avanzan de manera decidida y constante en su infraestructura. Caldas es un gran afectado por estos asuntos. No se puede olvidar que todos los estudios coinciden en que La Dorada y sus vecinos son el epicentro del desarrollo del país en varias áreas. Es la región que permitirá conectar el suroccidente del país con el Norte, a través de importantes obras.
El freno al tramo tres de la Ruta del Sol nos hace recordar que se trata prácticamente de la misma obra que se frenó por líos jurídicos en su momento y que se conocía como Tobía Grande - Salgar. El Magdalena Centro sigue esperando una mejor conexión con el país. A esto se suma el fracaso del consorcio Navelena, que tendría a su cargo el proyecto de dragado y de navegabilidad del río y que por la calidad de su socio principal fue cancelado. Es paradójico que por donde llegó el desarrollo al país, a través de los meandros del más importante río, hoy no se aproveche como debería para impulsar más la economía y generar riqueza en su trazado.
El 87% de Navelena pertenecía a la brasilera Odebrecht, firma que se encuentra hoy en el ojo del huracán por aceitar la corrupción en Latinoamérica. Como se temía, el miércoles pasado, la Agencia Nacional de Infraestructura dio a conocer que no hubo cierre financiero de los proponentes, el cual requería de unos $2,5 billones, y por tanto ordenó hacer uso de la caducidad del contrato. De esta manera, se perdieron por lo menos 18 meses, pues se había adjudicado en septiembre del 2014. Ahora a arrancar de cero.

No hay un interesado claro en emprender una nueva Alianza Público Privada para sacar adelante el proyecto. Por esta razón se teme que entre a la lista de macroproyectos que se quedan en el país en adjudicaciones o en procesos judiciales y que no avanzan o lo hacen a paso de tortuga. El Plan Nacional de Desarrollo ha trazado unas líneas de acción para desarrollar las regiones y en el diamante del Norte de Colombia es clave que se pueda lograr dinamizar la economía desde el Magdalena Centro (La Dorada) con la región Caribe. Si se siguen estancando las obras, al final lo pagaremos todos, porque si no la pobreza seguirá pasándonos altas facturas en los indicadores de desarrollo humano y económico y más difícil será alcanzar niveles de vida suficientes para los colombianos. Ojalá se le encuentre pronta solución a esta trampa.