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El Partido Demócrata llega hoy al cierre de las elecciones legislativas en los Estados Unidos, con una aparente ventaja sobre los republicanos de acuerdo con las encuestas más recientes. Los primeros podrían hacerse al dominio de la Cámara de Representantes y los segundos quedarse con el Senado, según los sondeos dados a conocer el pasado domingo. Al parecer los demócratas estarían saliendo de la apatía que caracterizó su participación en las elecciones del 2014 y del 2016, lo que podría marcar un nuevo esquema del Ejecutivo ante el Legislativo en la segunda etapa de gobierno del presidente Donald Trump.
En las últimas horas, por lo menos, se ha visto una gran movilización femenina contra el presidente, y a favor de las numerosas candidatas mujeres que buscan llegar al Legislativo, como una forma de hacerle contrapeso a las posiciones misóginas de Trump. El nombramiento del juez conservador Brett Kavanaugh y la separación de las familias de inmigrantes en la que insiste el mandatario, en una clara actitud xenófoba, ayudaron a que se diera esta reacción y las de otras minorías que vienen sufriendo ataques desde la Casa Blanca.
No obstante, la situación de los cerca de 7 mil migrantes hondureños que avanzan por México y Guatemala con destino a los Estados Unidos, de los que el líder norteamericano ha dicho que recibirá en la frontera con cerca de 5 mil hombres armados, también llevó a que se polarizara más la sociedad estadounidense y que quienes ven en esas familias centroamericanas una amenaza para su estabilidad laboral y social en ese país. Inclusive sectores hispanos se han ido al extremo de apoyar las iniciativas antiinmigrantes de Trump, respaldadas por la población blanca de mayor arraigo en el país del norte. Así, curiosamente, en esta coyuntura el gran ganador con la marcha de hondureños termina siendo el actual Presidente, y no sus adversarios políticos, como él lo ha querido hacer ver.
Para completar el panorama, y tal vez como reflejo del éxito que ese discurso del miedo ha tenido en América Latina, el pasado sábado Trump se atrevió a decir que una victoria demócrata precipitaría la llegada del socialismo y de hordas de criminales de Centroamérica. “Bienvenidos a Venezuela”, expresó Trump, como una manera de profundizar la polarización y de advertir que Estados Unidos sufriría tal retroceso si los republicanos afines a su administración no logran las mayorías en el Congreso. En una campaña cimentada en el discurso antiinmigración todos estos elementos, a los que el mandatario mezcla con riesgos para el incremento del tráfico de drogas y del crimen organizado, hacen que muchos salgan a votar espantados a favor suyo.
Lo mejor para los Estados Unidos y para el mundo sería que en el Legislativo el líder de la Casa Blanca tuviera un contrapeso importante que no le permitiera seguir actuando a su capricho, atacando valores clave de la democracia. Ojalá que en los 435 escaños de la Cámara de Representantes que serán renovados esta vez aparezca una mayoría demócrata y republicana moderada que ayude a que la política autoritaria de Trump no prospere. En el Senado es más difícil lograr un cambio, ya que los escaños en juego son solo unos 35 de los 100, y se prevé que los Republicanos mantengan el poder. Tampoco hay muchas esperanzas con las 36 gobernaciones de los estados que serán renovadas.

Para países como Colombia, de estrecha relación con los Estados Unidos, los resultados de hoy serán clave para el futuro. En todos los casos la cooperación, seguramente, va a continuar, pero una mayoría demócrata en la Cámara tal vez sirva para que las exigencias a nuestro país en términos de lucha contra el tráfico de drogas vengan acompañadas de mejores apoyos, más preocupación por los derechos humanos y menos tratamiento descortés.