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Cuando ya se creía erradicado de Colombia, el país vuelve a reportar casos de sarampión, lo cual enciende las alertas de todo el sistema de salud pública, para tratar de evitar que la infección se extienda y afecte de manera seria a la población. Con el segundo reporte de esa enfermedad importada, el pasado domingo, en un bebé de 10 meses de edad en Santa Rosa de Cabal (Risaralda), en nuestra propia región, las alertas en todo Caldas tienen que estar en nivel máximo. De acuerdo con el Instituto Nacional de Salud (INS), como en el primer caso reportado en Medellín el pasado 16 de marzo, el menor afectado tiene procedencia venezolana.
Lo más importante para poder contener un posible contagio es que los niños tengan completo el esquema de vacunación de la triple viral, para los más pequeños, y para los más grandes el refuerzo que se aplica a los 5 años de edad. Los padres de familia tienen la responsabilidad de acercarse a los centros médicos y sus respectivas EPS a completar las vacunas de sus hijos si todavía no están aplicadas correctamente, un descuido o negligencia en este sentido pueden resultar caros para la vida futura del menor.  
No obstante, tomando en cuenta la procedencia de la enfermedad, lo fundamental es ejecutar controles sanitarios exigentes en las puertas de entrada a Colombia desde Venezuela, con el fin de detectar posibles focos de infección y proceder a brindar la atención médica necesaria. Mejor sería, desde luego, que fuera el propio gobierno venezolano el que tomara cartas en el asunto y garantizara que toda su población esté protegida de este tipo de enfermedades de contagio, para las cuales la ciencia ya tiene establecidos claros protocolos con los que es posible bloquear su aparición y expansión.
Siendo realistas y observando lo que ocurre en el vecino país, donde su régimen de gobierno a mando de Nicolás Maduro no muestra el más mínimo interés por garantizar el bienestar de su pueblo, el gran desafío es para las autoridades colombianas. Si bien las medidas de regularización migratoria que se adoptaron hace cerca de un mes son serias y consistentes, y permiten pensar en que es posible contener problemas de salud pública como el que nos ocupa, es evidente que también están llegando al país cientos de familias empobrecidas y en condiciones precarias de salubridad haciendo uso de pasos ilegales, lo que hace muy compleja la situación.
Las cifras de esta enfermedad hoy en Venezuela, con cerca de 200 casos reportados este año (en el 2017 fueron cerca de 700), son las más altas de América Latina, región que se creía ya había erradicado el sarampión endémico en el 2016, de acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Lo triste es que según ese organismo, en los primeros meses del 2018 en nueve países del continente se tienen reportes de la enfermedad. En Brasil, Canadá, México, Perú, Guatemala, Antigua y Barbuda, e incluso en los Estados Unidos (con 13 casos reportados) también hay brotes importados de ese mal. Esto se agrava con esa tendencia malsana, basada en falsas evidencias científicas, de no vacunar a los niños por supuestos efectos secundarios negativos, lo que nos hace más vulnerables.

Esto es muestra de que no estamos ante un problema de poca monta y que se requieren operativos contundentes para tratar de atajar los contagios, entre lo que está la vacunación de todos los niños en edades susceptibles de ser víctimas. Si se pone una fuerte pantalla en ese aspecto será posible evitar propagaciones que nos afecten de manera seria. A las familias venezolanas en todos los rincones de Colombia también hay que hacerles un seguimiento cercano, para identificar a tiempo otras posibles enfermedades de las que puedan ser portadoras, tomando en cuenta la precariedad del sistema de salud venezolano en las lamentables circunstancias que vive hoy ese país. Prevención tiene que ser la consigna.