Fecha Publicación - Hora

Nueve meses y 13 días después de haber sido suspendido provisionalmente por la Sección Quinta del Consejo de Estado, la plenaria de ese alto tribunal determinó resolver a favor de Guido Echeverri Piedrahíta la demanda que fue interpuesta a comienzos del año pasado en busca de anular su elección. Eso indica que solo debe esperar a ser notificado oficialmente de tal determinación para volver al Palacio Amarillo y retomar el gobierno hasta el 31 de diciembre del 2019.

Hay que reconocer que durante su ausencia, la presencia de Ricardo Gómez Giraldo como gobernador encargado permitió darle continuidad a esa gestión, sin mayores sobresaltos desde el punto de vista programático, de inversiones y en el equipo de gobierno, que si bien sufrió algunos cambios durante estos meses se mantuvo estable en su mayoría con un buen rendimiento. Ahora bien, también hay que afirmarlo con contundencia: ninguna interinidad es buena y hubiéramos preferido una espera menor para definir este asunto, ya que por excelente que sea el remplazo hay una ruptura que es perjudicial, que hace daño.

Es positivo, además, que la determinación del Consejo de Estado haya caído muy bien en los diferentes sectores políticos y gremiales de Caldas, ya que eso también da garantías de que será posible afianzar la gobernabilidad y darle celeridad a la ejecución del Plan de Desarrollo Departamental que Echeverri logró aprobar antes de ser suspendido y que requiere de su liderazgo y el acompañamiento de los caldenses para garantizar su concreción. Gracias a que Gómez Giraldo venía en esa misma dirección, no debería ser traumático que Echeverri vuelva a tomar las riendas.

Era evidente que la consulta que hizo al propio Consejo de Estado en el 2015, antes de optar por aspirar a la Gobernación de Caldas, y la respuesta positiva que recibió, era un argumento coherente y fuerte para demostrar ahora que no se configuró una reelección, como lo pensaban quienes lo demandaron. De la misma manera, el concepto favorable que le dio el Consejo Nacional Electoral (CNE) cuando se pretendió que estaba inhabilitado para ser elegido gobernador, también era coherente con la posición inicial del Consejo de Estado. Hoy es claro que haber afirmado que se configuraba una reelección habría sido decir que la administración de Julián Gutiérrez no existió, algo a todas luces absurdo.

Ahora bien, el hecho de una votación 14 a favor y 10 en contra evidencia que era un tema único y nuevo, y complejo debido a la amplitud de interpretaciones de algunos. Tal votación también demuestra que hubo una discusión profunda en el seno de ese tribunal, en el que finalmente se impuso la lógica. Es temerario afirmar que pudo haber manipulación política, cuando se pudieron reunir tantos elementos de análisis para sustentar que frente a Echeverri se tiene la confianza legítima de su aspiración sin malicias a la Gobernación. El hecho de que se establezca que un caso similar en el futuro bloqueará una posible aspiración de este tipo, solo expresa que era injusto que Echeverri y Caldas sufrieran las consecuencias de una posible anulación de su elección.

El principal desafío para el gobernador que regresa es darles la razón a quienes creen que es bueno para Caldas que él retome el mando. Sus actuaciones tienen que ser garantía de transparencia y confianza, y se deben empezar a ver obras concretas de sus acciones, en sintonía con el Plan de Desarrollo. Los caldenses, no solo los cerca de 200 mil que votaron por él, deben acompañar la gestión del mandatario para que en dos años y medio, cuando termine su periodo, el departamento tenga un horizonte claro de crecimiento. Ojalá también los caldenses hayamos aprendido que tanta interrupción en la administración pública no es conveniente, y que los próximos gobernadores los elijamos para que estén durante los cuatro años previstos.