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Asfixiado por sus malas decisiones, por las reacciones internacionales, por el descrédito ante quienes antes lo respaldaban, el Gobierno de Venezuela intenta un nuevo acercamiento con la oposición de su país, previo a las elecciones regionales del 15 de octubre. Para ello, ha buscado un encuentro en República Dominicana, aliado del Alba, para poder concretar la iniciativa. Sin embargo, el temor de los líderes opositores tiene todo el sentido, pues Nicolás Maduro y sus colaboradores han demostrado hasta la saciedad que les encanta adelantar diálogos, pero de sordos. Les gusta ser escuchados, pero no escuchar.
La solicitud que ha hecho la Mesa de Unidad Democrática para avanzar de manera decidida en esta nueva intentona de conversaciones es lo mínimo para poder creer en una apertura de quienes hoy gobiernan en Venezuela: la liberación de los presos políticos, el retorno sin exigencias de las personas que han tenido que irse al exilio y el cese de la persecución política, así como la normalización constitucional del país y la inmediata atención a la emergencia humanitaria que allí se vive.
La renuencia de la oposición a entender el encuentro de esta semana como el reinicio del diálogo formal entre las partes tiene todo el sentido. Como lo señalaron, no es momento de alargar conversaciones, sino de que la dictadura que hoy gobierna en Venezuela muestre hechos, tome acciones decididas que permitan pensar en que realmente puede llegar a tener en cuenta la voz de quienes piensan distinto y buscan una salida que vaya más allá del bolivarianismo. El país necesita a todos los sectores, construir un espacio en el que haya en el fondo la idea de rescatar a esta gran nación del momento económico tan difícil, el cual se agrava por la represión a los opositores.
Europa está a punto de tomar medidas sancionatorias contra Venezuela, como ya lo hizo Estados Unidos. Esto fue lo que llevó al Gobierno de Venezuela a vender la idea en Europa de que el diálogo era un hecho, lo que demuestra el desespero en el que se encuentran y del que saldrían fácilmente si permitieran las libertades y que se ejerza el poder político como debe ser. Un buen gesto sería suspender las decisiones tomadas por la Asamblea Constituyente que ha cooptado los poderes judicial y legislativo para expedir una nueva normativa a la medida de lo que necesita el régimen.

Al menos en Santo Domingo se avanzó en la creación de una comisión de países que dará seguimiento a las conversaciones para un nuevo diálogo, las cuales continuarán el 27 de septiembre entre la delegación del Gobierno de Venezuela y de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Esa nueva oportunidad al diálogo contará además con la incorporación como garantes de México, Chile, Bolivia, Nicaragua y otras dos naciones que están por definir. Es necesario que estos países amigos permitan las condiciones para que se pueda recuperar la confianza, mancillada por las decisiones del Gobierno del vecino país y por las actitudes por momentos intransigentes de la oposición. Ojalá sea el momento para solucionar la situación, pero esto será imposible si el diálogo que plantea el Gobierno sigue siendo el de siempre, el de oídos sordos.