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Es una lástima que pese a que el presidente Iván Duque viajó hasta Caldono (Cauca), con el objetivo de encontrarse con los indígenas de la región y dialogar con ellos alrededor de sus necesidades y exigencias, los líderes de esa etnia hayan preferido no hablar con el mandatario, en lugar de desplazarse al lugar en el que él los esperaba, la Casa Lúdica, en el mismo casco urbano de esa población. Duque estuvo por cerca de 4 horas en esa sede educativa, a solo 200 metros de la plaza en la que los indígenas pretendían que el gobernante se hiciera presente para un debate con la comunidad, pero la intransigencia no permitió la reunión, que habría sido bastante conveniente.

De acuerdo con organismos de seguridad y la Fiscalía el mandatario corría el riesgo de sufrir un atentado si iba a la plaza, lo que hacía peligroso ceder a la exigencia de los indígenas, cuya guardia resultaba insuficiente para garantizar la integridad de Duque. Ayer el comisionado de Paz, Miguel Ceballos, aseguró que grabaciones interceptadas por organismos de inteligencia hablaban de la presencia de posibles francotiradores, por lo que la seguridad del mandatario no podía ser puesta en riesgo. Desde ese punto de vista es muy comprensible que Duque haya insistido en esperar a los indígenas en la sede educativa, aunque esa situación también evidencia que las Fuerzas Militares no tienen el control total de la zona, como debería ser, y es lamentable que el Estado se muestre incapaz de conjurar esos posibles ataques.

De todos modos, queda un mal sabor que después de 27 días de paro y de bloqueos de vías en esa zona del país, y tras haber anunciado el cumplimiento de importantes acuerdos entre el Gobierno y los voceros de la minga indígena, sigan los desencuentros y las amenazas de posibles nuevas protestas. Si parte de los compromisos es no volver a bloquear las vías esperamos que eso se cumpla al pie de la letra y que si hay alguna desavenencia que sea resuelta con el diálogo franco y directo que debe aplicar en estos casos. Para ello sería conveniente mantener una interlocución permanente que prevenga nuevas crisis como la vivida en el último mes.

Los pueblos indígenas de la región tienen sobradas razones para hacer escuchar su voz, tomando en cuenta que los compromisos asumidos por el Estado con ellos desde finales del siglo pasado han tenido desarrollos precarios en su cumplimiento. Sin embargo, una cosa es mostrar el descontento, a tratar de forcejear con el Ejecutivo nacional para obligarlo a reunirse con ellos, sin la más mínima flexibilidad frente a sus condiciones. Cometen un grave error los líderes de la minga indígena al actuar de manera tan radical y poco sensata, cuando lo importante es que esté la posibilidad de entablar un diálogo directo.

 

Ya el presidente notificó que no volverá a intentar esa reunión en el Cauca, pero es importante que haya un espacio en el cual se logre ese encuentro, en el que no solo sean refrendados los acuerdos logrados, sino que haya un mejor ambiente entre el Ejecutivo y las comunidades indígenas, que ayude a que esa importante región del suroccidente del país pueda salir adelante y superar los múltiples problemas que afronta en inseguridad, narcotráfico, minería ilegal, contrabando y variados conflictos que vienen desde hace décadas sin solución, profundizándose y haciéndose cada vez más inmanejables.