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Las Naciones Unidas ya denunció el hecho como un uso excesivo de la fuerza y matanza indiscriminada, pero las tensiones persisten en la Franja de Gaza, donde el lunes pasado francotiradores israelíes dispararon contra la muchedumbre palestina que se acercaba hacia la frontera entre ambos pueblos. 60 muertos y 2.700 heridos entre los palestinos es el resultado del ataque que Israel justifica como una defensa legítima de su territorio. Desde el conflicto del 2014 lo ocurrido el lunes es el mayor hecho de violencia entre palestinos y judíos, en medio de choques que parecen ganar en intensidad.

Como parte del detonante de la crisis se cuenta la inauguración de la nueva sede de la embajada de Estados Unidos, que siempre funcionó en Tel Aviv, pero que fue trasladada a Jerusalén, en lo que es considerado por los palestinos como un desafío por la condición de esa ciudad como lugar sagrado no solo para judíos, sino también para cristianos y musulmanes. Además, porque desde la Guerra de los Seis Días, en 1967, Jerusalén fue dividida en dos, la del Oeste israelí y la del Este Palestina, lo que en criterio de estos últimos impide que pueda ser considerada capital de ningún Estado.

Ahora bien, las tensiones vienen aumentando desde finales del mes pasado, cuando los palestinos comenzaron la llamada Gran Marcha del Retorno, que terminó el pasado 15 de mayo, fecha que para el pueblo árabe es el día del "desastre", mientras que para los israelíes es motivo de celebración como aniversario de la creación del estado judío el 14 de mayo de 1948. Según las autoridades de Israel, encabezadas por Benjamin Netanyahu, todo corresponde a un ataque coordinado del grupo terrorista Hamas que solo busca matar a su pueblo y secuestrar a sus militares. La mayor indignación aparece cuando se verifica que entre las víctimas de los disparos hay niños, mujeres, ancianos y personas con discapacidades.

Hay que acotar que días antes de la sangrienta jornada del lunes aviones militares israelíes lanzaron folletos sobre la Franja de Gaza en los que advertían que responderían con fuego cualquier protesta que se llevara a cabo cerca de la frontera, ya que era un acto terrorista convocado por Hamas. La protección de una frontera cobra un estatus que supera todo hecho anterior en esa tradicional guerra entre palestinos e israelíes, actitud para la que parecieran sentirse respaldados y sin temor alguno a lo que diga la Comunidad Internacional. Por eso, las alarmas por un conflicto de mayores proporciones en Oriente Medio están encendidas, porque nadie puede sentirse autorizado a matar personas de manera indiscriminada.

Tal situación, sumada a lo ocurrido con el acuerdo nuclear que se tenía con Irán, del que se separó Estados Unidos, está llevando a que se profundicen los antagonismos entre árabes y judíos, y que en cualquier momento se escale el conflicto. Hamas, de hecho, está llamando a una nueva intifada, lo que subiría más la temperatura de las tensiones no solo en Gaza sino en Cisjordania. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que sesionó de urgencia el martes, llamó a la calma, pero parece necesaria una intervención diplomática más directa para evitar nuevos derramamientos de sangre inocente en ese convulsionado lugar del mundo.