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Llegó diciembre con campañas políticas. La definición el fin de semana de la Alianza entre el Partido Verde y el Polo Democrático por el exalcalde de Medellín y exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo y del Centro Democrático por Iván Duque despeja buena parte del panorama político de cara a las elecciones presidenciales del 2018. Se suman a Gustavo Petro, de los llamados Progresistas; de Humberto de la Calle Lombana, ganador de la consulta del Partido Liberal, y al exvicepresidente Germán Vargas Lleras, que sigue su intención de inscribir la candidatura por firmas, pero con el apoyo del partido Cambio Radical, que fundó y fortaleció siempre.
Aparte de los mencionados, falta que los conservadores pastranistas definan si apoyarán a Martha Lucía Ramírez o si se suman a otros candidatos ya existentes, asunto que no está fácil de resolver, pero que definirá seguramente lo que queda en adelante. Son más candidatos los que hay con la intención de remplazar a Juan Manuel Santos, como el exministro Juan Carlos Pinzón, entre otros, que tienen aún más difícil la posibilidad de llegar a la Casa de Nariño en el 2018.
Lo que está en juego en esta contienda política por el primer cargo del país no es solo la seguridad económica de los colombianos y la sostenibilidad de los acuerdos de paz logrados con las Farc. Se necesita resolver el modelo político del país que se quiere. Los grupos que llegarán a la primera vuelta presidencial de mayo tendrán oportunidad de explicar cuál es su idea de país y cómo quieren abordar el postacuerdo, toda vez que la gama de candidatos va en propuestas que trascienden desde el casi desconocimiento a lo pactado en La Habana, hasta el respaldo total, aun por encima de las decisiones tomadas por el Congreso.
En estas épocas convulsas de la política, en las que se ha demostrado que hay métodos sistemáticos para posicionar la mentira o para lanzar especies que solo conducen a sembrar dudas sobre candidatos, bien valdría la pena exigir lo mínimo esencial a quienes aspiran a ser presidentes y es a no contratar granjas de seguidores, a no crear cuentas falsas y a no mentir, aunque suene como algo que debería ser parte de la esencia de cualquier persona decente que aspire a un cargo de elección popular. Los hechos han demostrado que se sigue usando el viejo método de combinar las formas de lucha para el servicio del político de turno.

Un tema que no puede escapar de la agenda de los candidatos será el de mostrar su idea para combatir la corrupción que nos desborda y que necesita no solo mano dura para castigar a los responsables, sino, ante todo, formas claras de prevenirla, que sean prácticas y que permitan evitar los grandes robos y no que se llegue cuando ya no hay nada que hacer. Para ello es importante que la campaña sea transparente, que los candidatos cuenten al día del ingreso de recursos a sus campañas, que publiquen sus declaraciones de renta, como ya lo han hecho algunos. También que sean claros en las personas que los rodean y la capacidad de decisión que tendrán en sus campañas. Algunos dirán que es mucho pedir, nosotros creemos que es lo mínimo que se les puede exigir si quieren ser los líderes que dicen ser.