Modernizar los espacios urbanos, construir nuevas avenidas, liberar espacios en donde la propiedad empezara a valorizarse y de esa manera impedir la expansión de la ciudad más a las laderas, reubicar a las personas que vivían en zonas de riesgo, poder construir nuevas sedes para las instituciones públicas, entre otras ideas, hacían parte del que se denominó Macroproyecto San José, una década atrás, un atractivo plan de renovación urbana, ideado desde Manizales y que entonces anunció el Gobierno Nacional con bombos y platillos como un plan piloto que mostraría cómo hacer las cosas en el país.
A la hora del balance, todo es muy distinto a la idea original. Pasados dos lustros no logra cumplir sus objetivos. Las quejas de los habitantes afectados siguen siendo las mismas del comienzo: el desorden en la compra de predios ha perjudicado a quienes siguen allí, los pagos no siempre llegaron a tiempo ni se reconoce lo que el vendedor pensó justo, la falta de avances en la construcción de los apartamentos, de los que apenas se han entregado una cantidad mínima y retrasadísimos, mientras que la construcción de las siguientes etapas sigue enmarañada. Y, por supuesto, el desplazamiento de varias familias a sectores en donde se les encarece su vida.
Esta es la hora en que la Avenida ha sufrido varios rediseños y sigue sin terminarse, aunque ahora parece haber un plan para por fin darle término con una especie de par vial. Tampoco se ha avanzado nada en la construcción del parque lineal que permitiera recuperar las laderas de riesgo. Apenas se terminaron unos bloques de apartamentos, el macrocolegio y se anunció esta semana que se iniciará la construcción del Cisco, estancada desde hace siete años, pero no se construyeron sedes institucionales como se prometió en la Alcaldía que ideó este plan, la de Juan Manuel Llano.
El Macroproyecto es una cicatriz muy grande en el Centro de la ciudad, que muestra cómo las ideas generadas en un escritorio se complican a la hora de ejecutarlas. Este proyecto lo empujó el Gobierno Nacional, que ha hecho poco por sacarlo adelante y antes ha complicado el desembolso de recursos desde la figura del patrimonio autónomo a través de una fiducia. El Estado ha incumplido varios de sus compromisos, lo que termina comprometiendo más la capacidad presupuestal del proyecto.
Y de la venta de los lotes para construir viviendas nuevas y espacios comerciales en un lugar privilegiado de la ciudad, tampoco ha habido nada, y con esos recursos era que se apalancarían los avances. No se conocen ideas ni proyectos de desarrollos urbanísticos que empiecen a cambiarle la cara a ese lugar, que hoy se asemeja a las ruinas de un bombardeo.
Después de años de reuniones, de replanteamientos, la Alcaldía de Jorge Eduardo Rojas intentó aterrizar la posibilidades y dar cuenta de un mea culpa de la Administración por meterse en un proyecto de esas características sin tener los recursos para avanzar como lo ideó. Pasaron tres años de la actual Administración y apenas empiezan a anunciarse algunas obras para destrabar parte de las obras. Manizales se enorgullece de las obras que viene realizando en diferentes vías, pero es hora de que pueda también enorgullecerse de un macroproyecto que se ha convertido en un macroproblema. Debe haber sinceridad sobre las posibilidades, tener un plan cumplible y darles prioridad a los habitantes para que se les cause el menor malestar posible, que ya es mucho lo que han tenido que aguantar.
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