Pocas horas después de rechazar la firma de la declaración del G7, que reúne a los países más poderosos del mundo, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se convirtió en el centro de los reflectores al aparecer tomado de la mano del líder de Corea del Norte, Kim Jong-un, en un hecho de innegables connotaciones históricas. Así, que mientras prácticamente declaró y refrendó una guerra comercial en contra de quienes han sido los mejores amigos de los estadounidenses, volvió a uno de los peores enemigos de su país por décadas en su gran amigo.
Estas actitudes de Trump, enmarcadas en su estilo diplomático contradictorio, confirma los temores de muchos acerca del culto a la personalidad y al efectismo que se ha convertido en el centro de las acciones del presidente de los Estados Unidos. Por eso es que numerosos habitantes de ese país, con raíces en los dos partidos tradicionales Demócrata y Republicano, expresan un sabor agridulce ante las actuaciones de su líder, que solo parecen obedecer a la lógica de sus caprichos. Las medidas proteccionistas de Estados Unidos en lo económico y aislacionistas en lo político no ofrecen un panorama positivo hacia el futuro.
Muchos sectores no entienden, por ejemplo, que las justas observaciones expresadas por el primer ministro canadiense Justin Trudeau, acerca de las agresivas medidas de su tradicional buen vecino con los aranceles al acero y el aluminio, se hayan convertido en el motivo para que Trump pateara la mesa y se fuera del país anfitrión de la 44 cumbre del G7 sin firmar la declaración final. Como si fuera poco que al líder canadiense lo llamara "sumiso, deshonesto y débil", el mandatario estadounidense amenazó a Trudeau de imponerles aranceles a las exportaciones de automóviles.
Así, que en lugar de bajar las tensiones, la cumbre del G7 las incrementó, y llevó a que el presidente francés, Emmanuel Macron, respondiera a Trump de manera muy enérgica que el mercado del resto de países miembros de ese club es mayor que el estadounidense. La famosa foto de la cumbre en la que la primera ministra alemana, Ángela Merkel, parece reclamarle con energía a Trump muestra la firmeza que tiene hoy Europa ante el desprecio de su exsocio. Además, mientras que Trump exigió el regreso de Rusia al grupo, mantuvo su bloqueo al acuerdo de París sobre el cambio climático y no quiso escuchar sugerencias frente al pacto antinuclear con Irán que los demás miembros respaldan.
En este último punto se observa una evidente contradicción: un día Trump rechaza a sus socios naturales para garantizar que Irán no avance en su carrera armamentista, y al día siguiente sonríe con el dictador norcoreano y manifiesta que le cree. Muchos piensan que hubo grandes concesiones sin mayores exigencias al régimen de Pyongyang. De todos modos, el mundo espera que en este último caso los compromisos sean serios y se desactive de manera real un conflicto de décadas, pero sería más coherente también estrechar la mano del líder iraní y buscar que la diplomacia rinda frutos positivos para la paz mundial.
No tiene, pues, mucha lógica apartarse de quienes defienden los principios democráticos e impulsan la cooperación mundial, mientras se alía con quien ha demostrado ser un brutal autócrata al que Trump llenó de elogios. Deberán venir nuevos encuentros entre los dos países para avanzar en acuerdos reales que conduzcan al fin de las confrontaciones en la península coreana, pero sería más importante tener coherencia en el momento de enfrentar los distintos conflictos en el mundo y desactivarlos para bien de la humanidad.
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