El G20 reúne a los países que tienen el 85% del Producto Bruto del mundo, el 75% del comercio internacional y el 80% de inversiones globales en investigación y desarrollo, cifras que hablan por sí solas acerca de la importancia de la reunión que tiene a Buenos Aires (Argentina) como sede, y en la que coinciden los líderes de los países más desarrollados, los más poderosos en términos económicos y políticos. La Unión Europea, como entidad, y otros 19 países tratarán en este foro internacional asuntos vitales para el futuro, como políticas ligadas a la generación de empleo, infraestructura para el desarrollo y seguridad alimentaria, además de otros asuntos de coyuntura que comprometen de manera directa a algunos de los protagonistas.
Esta es la primera vez desde 1999, cuando se creó el G20, que la cumbre de mandatarios se desarrolla en América Latina, continente que solo aporta tres naciones a esa selecta agrupación: Brasil, México y Argentina, que es anfitrión en medio de una profunda crisis. Esta vez también estará Chile como invitado. Si bien nuestros vecinos de ese club no tienen mucho peso económico si se les compara con Estados Unidos, China o Japón, por ejemplo, y la Argentina afronta problemas económicos de alto calado (una inflación del 31,8% anual), es de gran importancia que este subcontinente tenga presencia allí. Aunque todo indica que los temas de América Latina no serán tratados.
Hechos al margen de la gran reunión de líderes empiezan a generar tensiones, como la cancelación a última hora de la reunión que tenían prevista los presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y de Rusia, Vladimir Putin. Aunque antes de salir hacia Argentina el mandatario norteamericano había dicho que probablemente la reunión ocurriría, por su cuenta de Twitter en pleno vuelo anunció la cancelación, debido a la detención rusa de tres embarcaciones ucranianas el pasado fin de semana, sin que las naves y sus 24 marineros hayan regresado a su país. No obstante, dejó abierta la posibilidad del encuentro en un momento en que la situación se supere para tratar, entre otros, la salida de Estados Unidos del tratado de desarme nuclear firmado en 1987 por Gorbachov y Reagan.
Un hecho adicional que le imprime intriga a la cumbre es la presencia del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed Bin Salmán, responsable de la atroz guerra en Yemen y señalado de tener responsabilidades en la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi. Alrededor de estos asuntos, la ONG Human Rights Watch (HRW) presentó una denuncia en Argentina contra Salmán por supuestos crímenes de guerra, la cual es estudiada por la justicia argentina para ver si acoge la investigación. A todo esto hay que sumar las dudas acerca de si el país está preparado para brindar seguridad suficiente a los ilustres visitantes, con el reciente antecedente del incidente antes del partido de fútbol River-Boca.
La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que comienza a causar daños en ambos países, y la incredulidad de Trump respecto al cambio climático también son asuntos que, seguramente, surgirán y de los que no sabemos en qué terminen. Lo cierto del caso es que cualquier decisión que se tome en el G20 afectará al resto de naciones del mundo. Hay que recordar, sin embargo, que en la reunión del año pasado en Hamburgo (Alemania) el comunicado conjunto de 14 páginas dejó varios sinsabores y pocas realizaciones. Para esta vez se cree que el resultado no serán más de 4 páginas, que esperamos sean positivas y aplicadas para bien del mundo.
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