Ya pasó un mes desde que se reveló el primer brote de fiebre aftosa en Tame (Arauca), donde se comprobó además que la enfermedad llegó desde Venezuela, con el contrabando de ganado. Actualmente se tiene noticia de tres departamentos de Colombia en los que el brote hace de las suyas, lugares en los que ha sido preciso cavar numerosas fosas para enterrar centenares de ejemplares vacunos. Solo ayer en Yacopí (Cundinamarca) comenzó la tarea de sepultar 631 reses de varias veredas de ese municipio a las que se les detectó la fiebre o se encontraban en el área de influencia de este mal.
Hubo dificultades para hacer las fosas, debido a la imposibilidad de ingresar maquinaria a esta zona montañosa, y por eso los ganaderos tuvieron que ejecutar grandes esfuerzos a pico y pala durante varios días. Además, algunos campesinos impidieron avanzar más rápido en el sacrificio de las reses que convivían con las infectadas, por considerar que sus pérdidas ya eran bastante significativas. El Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) también trabaja en la revacunación del ganado que en esa misma región ha permanecido sano, pero que podría contagiarse si no hay un adecuado programa sanitario de prevención.
Es buena medida que el Ministerio de Agricultura les ayude a los ganaderos afectados, pagándoles las reses al precio de kilo en pie en la feria más cercana a donde ocurrió el brote. Es fundamental correrle a la situación para que no se siga extendiendo y, por el contrario, lograr la recuperación del estatus de país libre de aftosa que entrega la Organización Mundial de Salud Animal. Para eso es preciso que haya un trabajo muy coordinado con la Policía Aduanera y demás organismos involucrados y se intensifiquen los controles en la frontera con Venezuela. Colombia exporta carne a varios países de Asia que se mantienen firmes en su compra, pero urge controlar los brotes de manera definitiva para no seguir poniendo en riesgo esos mercados.
La emergencia sanitaria que se declaró por esta causa, y que llevó a tener el ganado en cuarentena en varios municipios de Cundinamarca, Caldas, Boyacá, Antioquia y Santander debe conducirnos a cerrar todas las posibilidades de nuevos brotes de la enfermedad, la cual venía totalmente controlada desde el 2009. El riesgo es para los mercados que Colombia ha ido conquistando, y a los que vendió el año pasado 11 mil toneladas de carne. Otra dura realidad es que otros actores de la cadena están perjudicados en sus ingresos; es el caso de comercializadores, transportadores y frigoríficos, que están en buena medida trabajando a media máquina. Las pérdidas, según Fedegán, podrían ascender este año a los $500 mil millones.
El precio del ganado en pie también ha sufrido una disminución del 12%, debido a la alarma que se ha generado, y principalmente por la caída del consumo de carne, pese a que está comprobado que la aftosa no afecta a los seres humanos. No obstante, un consuelo para la economía nacional es que la venta de pollo y de cerdo se ha disparado en el país, lo que viene favoreciendo a quienes se dedican a las labores avícolas y porcinas.
Como sea, así los actuales tratamientos sean efectivos, recuperar la confianza en la ganadería bovina en los mercados internacionales será un proceso lento. Por eso, entre más se le corra en la aplicación de los remedios necesarios a esta crisis más fácil será empezar a recuperar lo perdido. Todos los involucrados deben aportar su grano de arena. No es el momento de distraerse buscando culpables, cuando lo urgente es ponerle punto final a los brotes.
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