Desde que se hacen mediciones estadísticas de favorabilidad sobre los presidentes en Colombia, de acuerdo con datos de firmas encuestadoras, ningún mandatario había llegado a sus primeros 100 días con una imagen tan negativa (65%) como la que tiene hoy Iván Duque. Solo para el 33% de las personas indagadas el actual gobernante tiene una favorabilidad positiva, y el 2% no lo conoce. Los datos mencionados son de la encuesta realizada entre el 9 y el 14 de noviembre por la firma Cifras & Conceptos a 1.191 ciudadanos en Bogotá, Cali, Barranquilla y Medellín. Estos datos coinciden con los de otra encuesta dada a conocer el viernes, la de Invamer, que incluso arroja una favorabilidad más baja para Duque, con apenas el 27,2%.
Cuando se observa la medición a los ministros, el resultado es que la mayor parte de la gente los desconoce, lo cual es lógico cuando apenas comienza una administración, pero los que resultan conocidos son también en este caso los de peor imagen. Así ocurre con el de Hacienda, Alberto Carrasquilla, con apenas el 16% de aprobación y el 84% de imagen negativa. La siguiente es la ministra de Educación, María Victoria Angulo, desaprobada por el 75% de los indagados, y solo bien calificada por el 25%.
La mala percepción de Duque parece deberse a lo que ocurre con los temas que son responsabilidad de estas dos carteras. Por un lado, el rechazo generalizado a la llamada Ley de Financiamiento que propone gravar con IVA del 18% la canasta familiar, lo que le daría un duro golpe al bolsillo de las clases medias. Por el otro, se percibe un mal manejo a la coyuntura de las protestas estudiantiles que piden más recursos para la educación pública superior. Además el avance de los proyectos anticorrupción en el Congreso tampoco ha contado con el liderazgo presidencial; no puede olvidarse que cerca de 12 millones de personas exigieron con el voto medidas en contra de los corruptos, y estas se han ido cayendo paulatinamente en el Legislativo sin que el Ejecutivo apenas se inmute.
Como están las cosas, se necesitan decisiones audaces para que haya una reacción que saque a Duque de esa percepción negativa y se frene la creciente sensación de falta de Gobierno. Eso resulta vital no solo para el Presidente sino para el país, porque se necesita credibilidad en su liderazgo para que vuelva la confianza a los colombianos. Que el país sienta que no hay gobernabilidad suficiente genera pesimismo, y ese es el peor punto de partida si se quiere construir país de manera positiva.
Le tocará a Duque asumir directamente el liderazgo y defensa de su Ley de Financiamiento y estar abierto a introducir modificaciones que sean percibidas de mejor manera por los sectores que hoy se ven afectados con lo que se proyecta. Si eso no ocurre, no solo se hundirá la iniciativa en el Congreso de la República, la cual sin duda es necesaria (quitándole los factores regresivos que contiene), sino que la imagen presidencial seguirá en picada ocasionando toda clase de daños colaterales. Y en lo educativo, el Gobierno debe asumir una actitud más protagónica y no permanecer tan reactivo a las demandas de los estudiantes. Si logra que el país lo vea como un verdadero líder y estadista quedarán atrás las malas calificaciones y se recuperará el optimismo.
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