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Pensar en una intervención armada en Venezuela es incurrir en el peor error que se pueda cometer para darle fin al régimen que comanda Nicolás Maduro y que lleva por la borda a ese país. Una acción bélica agravaría la situación de los venezolanos que permanecen porque no pueden salir y no tienen opción, con lo que la tragedia humanitaria aumentaría de forma considerable. Además, esto podría terminar generando una reacción en cadena que no se conoce en cómo pueda terminar. No se debe olvidar que existen comandos civiles armados por el Gobierno, que pueden reaccionar de manera impredecible.
Como si fuera poco, intervenir militarmente no solo es anacrónico, sino que se puede generar un efecto contrario, terminar volviendo mártires a quienes han sido los grandes opresores de sus coterráneos. Por este motivo, creemos que se debe continuar con acciones, que sean mucho más efectivas, que impliquen cerrar el cerco económico y esto se logra dejando de comprarles petróleo a quienes están hoy en el poder, pero parece que no todos están dispuestos a hacerlo, como Estados Unidos o como China y Rusia, que son hoy los grandes acreedores de Venezuela.
14 países reunidos en Lima rechazaron una eventual intervención armada en Venezuela o ejercicio de la violencia, pues esto sería agravar la situación. De esta decisión se apartaron Colombia, Guyana y Canadá, pero por razones más de forma que de fondo, según lo explicado por el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país. No obstante, insistió en que tampoco está de acuerdo con soluciones que impliquen el uso de armas. Esta declaración surgió después de que se conocieron declaraciones del secretario de la OEA, Luis Almagro, tras su visita a Cúcuta el viernes pasado, sobre que la solución para ese país está primero en la vía diplomática, pero que no se pueden descartar otras opciones. Él salió a explicar luego que no sugería con sus palabras la vía militar.
El cinismo de las autoridades venezolanas está rayando en lo rocambolesco. No puede ser que a la afrenta contra su pueblo por las pésimas decisiones tomadas en 18 años y que arruinaron el país, ahora le sumen la doble victimización de tratar a los que se rebuscan la supervivencia de su familia con la dura decisión de cruzar la frontera, de traidores a la patria y de mentirosos cargados de dólares. Es una vergüenza que haya todavía quién defienda lo que sucede en ese país, en cuya debacle tuvieron mucho que ver legitimadores de las malas decisiones, con argumentos que solo eran retóricos, pero que contradecían la realidad.

Latinoamérica no puede aceptar una intervención armada en Venezuela, pero sí puede hacer más para que los funcionarios corruptos y militares que insisten en soportar el régimen para poder sostener las ventajas obtenidas en estos años pierdan derechos. Los gobiernos de la región pueden retirarles visas, impedir el ingreso a sus países, que se les trate como se debe hacer con quienes son violadores sistemáticos de los derechos humanos. Para eso se necesitan mayores acciones y dejar de hacer transacciones con esos gobernantes, no solo decir que son ilegítimos, sino tratarlos como tal.