Que no hay bandas criminales en Caldas, entendidas estas como estructuras organizadas con capacidad de hacer daño y de generar zozobra en la población. Sin embargo, que sí están sus negocios: tráfico y microtráfico de droga, gota a gota, minería ilegal, entre otras actividades que traen precisamente inseguridad asociada. Estos tipos de organizaciones criminales siembran el terror en muchas zonas del país, con acciones como el mal llamado plan pistola contra policías que promueve el Clan del Golfo, que no es otra cosa que asesinatos a sangre fría contra miembros de la Fuerza Pública.
Hace unos 20 años pasábamos por una situación similar. La gente del campo caldense veía pasar guerrilleros. De pronto se presentaban extorsiones, algún secuestro o un asesinato selectivo, pero autoridades de entonces le restaban importancia a la situación con el argumento de que se trataba de estructuras que en Caldas estaban de paso, pero no se quedaban. Y poco tiempo después tuvimos que padecer una época que se cuenta entre las más negras de nuestro departamento, con centenares de víctimas a manos de guerrilleros y de paramilitares, situación de la que aún no se termina de reponer la región.
Actualmente una decena de policías asesinados y unos 20 heridos por este macabro sistema de atacar a la Policía nos hace recordar los peores momentos de la guerra que los Extraditables, encabezados por Pablo Escobar y Gonzalo Rodríguez Gacha, cuando le declararon al Estado colombiano hace 30 años. El ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas, dijo que las autoridades no bajarán su intensidad ofensiva contra organizaciones como el Clan del Golfo. Y así debe ser, pero también se deben extremar las precauciones, pues no tiene sentido decirlo, sin tomar las medidas necesarias para que sigan aumentando las víctimas de esta organización.
A esta banda criminal y otras de su especie se suman las acciones que han cometido el Eln y las disidencias de las Farc en otras zonas del territorio colombiano. Esto demuestra lo que tanto se advirtió incluso en libros profundos como "Guerras recicladas", de la periodista María Teresa Ronderos. Este advierte de que si el Estado no ocupa con acciones legales los territorios que dejaron paramilitares antes y guerrilleros de las Farc después, se corre el riesgo de que se repita la espiral de violencia como ha sucedido en el país en los últimos 50 años.
Es precisamente el riesgo que se corre en Caldas, una región que, hemos sostenido desde hace rato, pudo haberse tenido en cuenta como un laboratorio del postconflicto. Aquí operaron todas las fuerzas de la guerra y la intensidad de esta bajó casi hasta desaparecer, pero el Estado sigue sin llegar con soluciones integrales y de fondo a esos territorios para brindar la tranquilidad que necesitan los caldenses, principalmente los campesinos. De ahí que sea interesante revisar la propuesta que se hizo desde la ONG Paz y reconciliación, de tener una policía más profesional para el campo, que cope los lugares que delincuentes de un bando o de otro encontraron abandonados por las Farc, en donde estas eran la ley y ya ni ellas lo son, con lo que queda la población expuesta a la franquicia criminal de turno.
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