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A los 95 años de edad murió ayer en la tarde el expresidente Belisario Betancur Cuartas, quien ocupó la Casa de Nariño entre 1982 y 1986. Había nacido en un hogar humilde de Amagá (Antioquia) el 4 de febrero de 1923, y sus últimos años los pasó en el colonial municipio de Barichara (Santander), al lado de su esposa artista. El líder político conservador sufría desde hace varios meses una afección renal que lo obligó a una urgente hospitalización en la clínica Santa Fe de Bogotá, lugar donde pasó sus últimos días. 
Su imagen tranquila de poeta sonriente pasará a la historia, así como su perfil de estadista progresista que luchó por imponer su paloma de la paz y un discurso hacia la equidad social, que se basó en la frase de "sí se puede". No obstante, su mandato también quedó marcado por dos hechos trágicos en una misma semana: la toma y retoma del Palacio de Justicia el 6 y 7 de noviembre de 1985 y la tragedia de Armero el 13 del mismo mes y mismo año. También le tocó el terremoto de Popayán, en la Semana Santa de 1983. Y, como si fuera poco, el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, quien le declaró la guerra al narcotráfico que en ese momento encabezaba Pablo Escobar.
En el caso del holocausto del Palacio, en el que murieron cerca de 100 personas, Betancur con entereza y poniéndole la cara al país, asumió toda su responsabilidad como Presidente. Todavía ahora se habla de lo ocurrido en aquel sombrío episodio en el que murieron todos los magistrados de la Corte Suprema de Justicia y decenas de funcionarios y civiles, al lado de los guerrilleros del M-19 que lideraron el asalto. 
Aún se buscan responsables de la toma y la retoma militar en la que se señalan excesos, y hasta una comisión de la verdad reunió elementos para aclarar los hechos, pero hasta último momento, como en el 2015, el expresidente Betancur tuvo la fortaleza para llevar todo el peso de la responsabilidad por lo ocurrido. De hecho, pidió perdón a los colombianos por su actuación, en la que sin duda hizo todo lo humanamente posible para obtener un desenlace que no se desbordara. En aquella ocasión dijo: “...se presentaron situaciones inmanejables, o que manejé mal. Si las manejé mal, les pido perdón a mis compatriotas por haberlas manejado mal".
Sin embargo, el gran legado de Betancur fue su empeño por lograr una Colombia en paz. Aunque en su gobierno no tuvo suerte, su sucesor, Virgilio Barco, encontró el terreno abonado para lograr la desmovilización del M-19 y avanzar hacia otros procesos de la misma índole, y más recientemente se logró el desarme de las Farc en el gobierno de Juan Manuel Santos, sin duda a la luz de la inspiración del exmandatario conservador, quien brilló además por su prudencia y silencio respetuoso frente a quienes le sucedieron en el poder.

De Betancur, además de su periodo presidencial y de su calidad de jurista, hay que recordar su fuerte inclinación por las artes, por la poesía, por sus habilidades literarias, las cuales lo conectan con una amplia pléyade de mandatarios colombianos de los dos siglos pasados. Hoy lo recordamos como un gran hombre que quiso hacer lo mejor por su país en el momento en que estuvo al frente, y a cuyos errores el juicio histórico muy seguramente los tratará con benevolencia. Paz en su tumba.